Publicado en Diario de Noticias de Álava el 17 de diciembre de 2013
Siempre mi hizo gracia el chiste ese del que recibía la enhorabuena porque había cobrado un pastón a la lotería y respondía: “Bahh, lo echao”. Siempre hasta que un día me desperté en Vitoria. Aquí nos encanta ganar más que jugar y si para eso hay que perder se pierde y punto. No nos vale ni lo del otro que se alegraba de que le hubiese tocado la lotería a todo el barrio menos a él. “Así por lo menos no me pedirá nadie nada”, decía. Aquí pagamos todos para que ganen algunos y todavía nos intentan convencer de que si no nos alegramos es porque somos ignorantes, resentidos, y enemigos de la gran gloria ciudadana, sea verde o vegetariana, que digo yo que después de ser tan “grins” venderemos gastronomía ecológica, sostenible y muy mediática, eso sí, a nivel local.
Porque esa es otra. Nos venden que es bueno comprar un premio por la repercusión planetaria del asunto. Y digo yo que, o los vitorianos somos de otro mundo, cosa que no es descartable, o nos están vendiendo una burra sin fronteras, otra. Es curioso que nadie en esta ciudad haya sabido hasta ahora que en 2012 Logroño y este año Burgos son las ciudades que han disfrutado de la gloria de este honor que tendremos el que viene la honra de pagar. Si nos toca eso sí, que como tampoco hay que flagelarse en solitario no somos los únicos candidatos. A menos de 100 kilómetros, nuestros vecinos de sur y suroeste han vivido en la gloria en la que viviremos nosotros y nosotros sin enterarnos. Pero claro, eso les pasa a ellos. A nosotros vendrá a vernos hasta Obama.
Mientras tanto los expertos del retorno nos avanzan grandes beneficios para los hosteleros. Y uno se pregunta ¿y por qué no lo pagan ellos? Y cuando uno está por decir algo viene un convencido te mira con desprecio y dice para sus adentros… Ignorantes, y se oye más su palabra que los ecos de los premios que compramos.
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