Publicado en Diario de Noticias de Álava el 11 de febrero de 2014
¡Que grande es ese día en el que llegamos con nuestras bolsas y hacemos sitio a la ropa nueva a costa de la vieja! Casi tanto como el otro en que por fin la lucimos. Cambiamos la ropa pero seguimos siendo los que la llevamos. Nos encontramos satisfechos y eso hace que nuestros amigos se alegren al vernos. Te veo distinto, nos dicen, y nos hinchamos; pero, ¿peor o mejor? preguntamos; hombre, mucho mejor, dónde va a parar; y unos y otros sonreímos. Seguimos leales a nosotros mismos aunque no seamos fieles a las ropas que vestimos. Somos, en ese y otros sentidos, honestos y actuales.
Pero no siempre los cambios de aspecto son así. Se llame ciclogénesis explosiva, o huracán deslocalizado, lo cierto es que llueve a mares y hace un viento del copón que te empapa y te convierte en Mary Poppins mientras intentas saber que significa todo eso. Que la alerta sea amarilla o naranja no sirve al común mucho más que el aviso aquel de hoy existe riesgo de tormenta con granizo. Eso sí, alguno justifica el sueldo y la carrera con tanto neologismo.
Pero aún siendo estos neologistas un poco tontos los malos de verdad son otros. Los que disfrazan con nuevas palabras ideas muy viejas. Los que no hablan de subidas sino de actualizaciones incrementales; las que aluden a confianzas en maridos para tapar desconfianzas propias; los que usan el verde capitalino para que las ramas no dejen ver el bosque de sus recortes; los que reabren Garoña diciendo que es un ajuste técnico; los que ignoran la voluntad de Trebiñu apelando a diálogos que no quieren hablar de nada; los que tienen aeropuertos cerrados mientras a los viajeros se los lleva el viento y hablan de racionalización del gasto…
Son los que visten con seda del rey y disparan con su pólvora. Ellos se quedan monas, y nosotros, con nuestros paños, a desvestir santos y sacar monas del armario, como siempre.
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