Hay quién parece establecer que hay una cultura con mayúsculas y una cultura con minúsculas. No niego que pueda ser así, pero tengo la impresión de que hay, si hablamos básicamente de cultura, cierta confusión en la grafía adecuada de cada una de ellas.
Viene esto al hilo de la escasa representación social, mediática y política que ayer asistió a la entrega de la tercera edición del certamen fotoarte, que tuvo lugar en el centro cívico Hegoalde. 103 obras presentadas, una treintena seleccionadas y una flamante nómina de galardonados. El primero de ellos, Ruben Argote, es entre otras cosas un apasionado de la fotografía, tan aficionado en lo económico como profesional en el método y el fundamento.
La entrega de premios no saldrá en la prensa, ni siquiera en las televisiones locales. no tendrá más repercusión que la emoción de una madre al ver recoger un premio a su hijo, o la alegría de unos colegas que aguantan a menudo la obsesión enfermiza de la cámara. La obra presentada es buena, y así se podrá comprobar en la exposición itinerante que recorrerá los centros cívicos de Gasteiz. Mucho trabajo, muchas ilusiones y mucha calidad que, visto el interés, es sin embargo para muchos “cultura” con minúsculas.
Otra cosa hubiese sido asistir, por poner un ejemplo, a la inauguración de una exposición de Schommer o como quiera que se escriba. El amigo Fiestras y compañía, los de Dato económico, los reporteros locales y demás plumillas de sociedad andarían a la búsqueda de la nómina de personajes, quienes, por supuesto, acudirían en masa desde todos los huecos de la sociedad y la política. Empresarios, concejales, celebridades y demás volverían a su casa convencidos de que han asistido a un acto de Cultura con mayúsculas, pero sin haber a menudo entendido nada de lo que han visto. No por ignorancia, sino porque su visión ha estado más ocupada de los canapes y las relaciones sociales que del verdadero motivo del evento.
En fin, que existe cierta tendencia en nuestros dirigentes culturales en alternar saraos y certámenes o llamémosles actos culturales de base. A los primeros se se asiste y se gasta en canapés y espeiclístas en protocolo y actos sociales más de lo que cuesta la organización y los premios de certámenes que se convocan y se olvidan, como para justificar que se hacen. Pero son estos los que motivan a la gente desde la base, los que pueden ser cantera de creadores, los que bien organizados y seguidos pueden incidir en la extensión y comprensión de la cultura, los que en todo caso favorecen su socialización, y que además nos ponen en contacto con gente humilde, trabajadora y con un enorme tesoro, o dos, tanta ilusión como falta de malicia. Estos si que se merecen una mayúscula admiración.
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