Publicado en Diario de Noticias de Álava el 1 de abril de 2014
-¡Esto no tiene nombre! exclamó indignado. El taskero le miró sonriente.
-Usted no es de aquí, ¿verdad? En Vitoria el problema no es no tener nombre, es tener incluso demasiados. Mire por ejemplo esto… Lo fácil que era cuando se llamaba banderilla de huevo y ahora le llamamos pollus interruptus con destellos de crustáceo y arroniz sin hueso bajo nube de aceite emulsionada a la yema. Será por nombres…
-Ya, ya, si yo le decía por lo de la estación…
-Ah bueno, eso es otra cosa pero viene a pasar lo mismo. No es que no tenga nombre, es que tiene demasiados. Verá. Cuando yo era pequeño la estación se llamaba “autobuses”, sin más. Luego quisieron hacer un centro comercial y llamarlo Ibarrola. Pero había entonces un partido que defendía la singularidad alavesa, y que más singular que criticar el nombre porque Ibarrola era Bizkaino o vizcaíno que dirían ellos. Qué bien les vino que la fachada se cayese, como el proyecto entero, y el tema del nombre se olvidase, porque curiosamente esos mismos nos acabaron llenando las calles de ibarrolas. La estación, eso sí, no se quedó sin nombre. Con el paso de los años, acabó cogiendo el de estación provisional de autobuses. Pero hasta de ese nos aburrimos y antes de tener nueva estación ya teníamos nuevo nombre, y hasta parada de tranvía… intermodal. Y ya ve usted, ahí andamos ahora, que al alcalde se le ha ocurrido llamarla Adolfo Suarez y la gente dice, o decimos, que casi que mejor 3 de marzo…
-Pues eso le venía yo a decir, que con la que está cayendo ya estamos otra vez discutiendo de nombres más que de esencias, vamos… que lo del alcalde este no tiene nombre…
-Pues mire ahí le voy a dar la razón. Lo del alcalde no tiene nombre. Bueno en realidad yo creo que si lo tiene, pero me ha dicho mi abogado que ni se me ocurra nombrarlo, así que para los efectos, en efecto, eso no tiene nombre.
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