Publicado en Diario de Noticias de Álava el 27 de mayo de 2014
Vitoria –Gasteiz, 7:00 am. Un rayo traspasa el amanecer y un trueno deja a los despertadores con cara de poker. Diluvia. Sale el sol sin que se le vea tras las nubes. Junto a las mesas una legión de aficionados aguardan dispuestos a volverse para sus casas rápidamente. El tiempo pasa y algunas ausencias provocan el gesto de sorpresa y de disgusto en las caras de los que avanzan camino de ser EX – suplentes.
Y comienza la jornada puntualmente con bolis, papeles y lapiceros. Todo como en el siglo XX y hasta en el XIX. Con papel de calca y buena letra, todo a mano. Eso si, ya no hay bocadillo, ni café, ni pastas. Si acaso una visita del alcalde y poco más. Ni caramelos nos traen los representantes de los partidos que, por cierto, a veces son más numerosos que meseros y votantes.
Curiosa paradoja, le comenté a uno. Os quejáis de que estamos perdiendo la confianza en vosotros, nos pedís que aceptemos vuestra honradez y os creamos, pero venimos aquí tres honrados ciudadanos a velar por la limpieza y trasparencia de la participación democrática y nos ponéis a cuatro de los vuestros a vigilarnos. A colaborar, me dijo, y mi compañero de mesa se rió. Le había comentado antes que eso es lo que contestaría y eso contestó.
Contamos, escribimos, cogieron sus copias, como en el siglo XIX o en el XX y se fueron a llevarlas a sus partidos donde las tirarán porque es más fácil mirarlo en Internet. En la mesa quedamos los “voluntarios” dándonos la mano mientras cajas de papel basura se iban amontonando. Se fueron para casa Jose Manuel y Cesareo y yo con los presidentes al juzgado, en furgón policial y abandonados luego a nuestra suerte, a volver para casita ya sin sol, de noche, solitos y andando y sorteando el diluvio después de haber cumplido nuestro papel en su fiesta. En esa fiesta que tendríamos que volver a hacer nuestra. A ver si podemos…
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