Publicado en Diario de Noticias de Álava el 24 de junio de 2014
Todos los cursos acaban por terminar. Todos los cursos terminan por acabar. Y este que hoy concluimos no iba a ser menos, y este curso se nos va. Se nos va un curso con alma de blues. Repetitivo, intenso, a veces un poco triste, a menudo sincero, rebelde siempre, y plagado de sueños, como corresponde al canto del presidiario.
Un blues eléctrico y final que nos deja como el curso que acabamos, hechos tortilla a golpe de relámpagos mientras esperamos que el jazz cubra los huecos del silencio con sones propios y sonidos ajenos.
Como en un rap hago un rip para este arbolario de cuarenta y un martes contando los cinco de abril. Entierro con las columnas un trozo de mi y mis cuarenta y un agujeros y las pastillas que pasan de mil. Miro las nubes en el cielo y veo la estela de los amigos que no pasaron curso y se quedaron en el pupitre de los recuerdos intensos e imborrables. Inmensos. Sigo con mis picores, mis despistes y mis recuentos. Sigo un tratamiento económico, no más de cuarenta mil. Es barato si lo comparo con otro de cien mil. Ese es el truco. Nos ponen en lo peor para que lo malo nos parezca mejor y como en un blues el lamento se repite. Ellos tratan de que no haya diálogo, sólo un monólogo triste y resignado. Y hay quien traga y vive feliz en su cápital green, comiendo pintxos salados, saltando zanjas y esquivando vallas a la sombra de secos jardines verticales y apartadas estaciones que de intermodal sólo tienen el nombre de una parada lejana de tranvía. Mucho flow para poco feeling. Mucho verso suelto que mide lo mismo y rima con los de siempre para acabar, como habitualmente, dejándonos hechos un poema.
Y cierro en blue. El curso que se acaba me deja con ganas de repetir. El curso que termina me deja un nuevo rey. Me deja contando los meses para poder decir de nuevo, mañana en septiembre, aquello de decíamos ayer.
[…] Estoy triste. No me lo esperaba. Es tiempo de poda y le ha tocado a mi arbolario. Yo esperaba que me llamasen un día de estos o que me llegase un correo diciéndome el día que empezaba. Hasta tenía prácticamente escrita mi primera y hasta parte de mi segunda ramita del arbolario en su tercera temporada. Hoy he recibido la llamada. Pero no me han dicho el día que empiezo, sino el día que terminé: el 24 de junio. Siempre tuve dotes de adivino. Quizás por eso titulé a aquella columna con que acabé la pasada temporada: “Mañana diremos: decíamos ayer“. […]