Hoy ha muerto Emilio. Emilio Botín. El Emilio de Rousseau va también camino del cementerio con su educación a cuestas gracias precisamente a gentes como Botín, Don Emilio. Le ponemos el Don porque si dice la sabiduría que Don si Din Cojones en Latín aplicando la inversa si alguien tenía Din ese era Don Emilio. Dinero procedente del Botín. No del Botín padre, no. Sino de la madre de todos los botines, los que resultan del saqueo continuado de las arcas y los erarios y la trasferencia permanente de los caudales público a los privados.
Ha muerto Don Emilio, y no siento lástima ninguna. Si acaso la de que haya podido vivir tanto tiempo sin que nadie osase molestar los honores que de forma contumaz ha hecho por años a su apellido. Es más, el que ha osado molestarle, sea juez o parte, se ha encontrado en todos los morros con el bofetón del dossier. Y si esto no ha bastado se ha topado con la tropa de endosados garantes de la libertad del botines.
Pero eso sí, Una vez de cuerpo presente, y por más que sus millones pudieran comprar todo, lo único que va a quedarle es el mejor sitio del promontorio y el soporte más brillante para una placa del mejor marmol, en la que pondrá, lo mismo que pondría en una tabla escrita a lapiz. Su nombre y la fecha de su muerte.
Ya lo dijo Manrique hace años sobre gente como Botín y sobre sus obras y sus glorias y hasta sus desmanes y sus miserias… ¿qué fueron sino rocíos de los prados?
Son gente que lo único que deja son daños, gente que si hubiese sido como el Emilio de Rousseau decía que hay que ser hubiese ahogado el mundo con sus lágrimas porque “sólo se lloran los males ajenos de los que nosotros no nos consideramos ajenos”, y estos Botines tienen muchos daños ajenos acumulados de los que no pueden considerarse ajenos por más que traten de esconderse al fondo de una tumba.
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