El otro día descubrí que una cuenta en la que tengo poco movimiento estaba en rojos. El hallazgo me costó 18 €. No hace mucho este tipo de “despistes” costaban 9€, pero como el ipc ha debido ser un 100% la banca social, o sea las cajas, pues lo han debido aplicar. O eso o es que tienen que pagar la nueva sede, no lo sé.
El caso es que me acerco a la ventanilla con mis humildes 200€ y en la ventanilla de al lado estaban cuatro chinos preguntando por un número de cuenta en el que tenían que hacer un ingreso. La pila de billetes que sacaron, perfectamente amontonaditos y hechos fajos era de tirar para atrás. Entonces uno, la primera reacción que tiene es la de pensar algo parecido a “que pobres palurdos”. Y se acuerda de aquellos asentadores de pescado, tratantes de ganado y gentes parecidas que llevaban auténticos fajos de billetes.
Pero nosotros somos mucho más listos. Por eso usamos tarjetas de débito o de crédito por las que nos cobran. Hacemos operaciones en las que pagamos comisiones. jugamos con los euros como quien juega con cifras del monopoli. Nos suben el IPC, pero como de números entendemos poco, no nos damos cuenta de lo que nos sube la hipoteca, el euribor, la luz, la gasolina y hasta el vinito de antes de cenar. Pero somos más listos.
Ver a aquellos chinos, me recordó la veneración que sienten pueblos y gentes por el dinero físico. Veneración que lejos de la usura es un baño de realidad. HAce visible y evidente lo que se tiene y recuerda lo que cuesta ganarlo. Ese montoncito son meses o años de trabajo y cuando se compra algo y se paga en metálico, uno tiene mayor consciencia de lo que cuesta lo que compra.
Luego nos quejamos de que los chinos se están quedando con todo. Pero ellos en el fondo saben lo que cuestan las cosas, lo que ganan y lo que gastan. Nosotros cada vez menos, y así nos va.
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