Sofosvivir

Publicado en Diario de Noticias de Álava el martes 23 de diciembre de 2014

Soy un sofista. Me lo enseñó Luis. Me enseñó que los poderosos abominaban de los que rebatían y les llamaban sofistas como hoy les llaman demagogos. Son los mismos que no explican que decir que todo el mundo tiene acceso al tratamiento que precisa es un sofisma. Lo es porque no dice que quien fija lo que se entiende por precisar un tratamiento es más economista que médico y pone criterios pensados en el número de tratamientos que podrá pagar, no en el de pacientes a los que podría convenir. Un sofisma es decir que esos tratamientos son inevitablemente caros y no contar que gran parte de la investigación en que se basan es investigación básica financiada con dinero público, y que los precios elevados se basan en patentes más que en costes, como cierta farmacéutica hindú viene demostrando. No cuentan tampoco que el principal cliente de las farmacéuticas es el sistema público de sanidad, luego de facto se nutren de fondos públicos para obtener grandes beneficios privados. Y encima hay quien pretende que nos enfrentemos entre quienes deberíamos de compartir bando igual que compartimos adversario. Médicos, gobiernos y enfermos debemos defender nuestra salud y nuestro dinero frente a quienes nos explotan y nos mantienen vivos pero enfermos para seguirnos facturando. Lo que no es de recibo es gestionar cuestiones como la de las medicaciones para la hepatitis C como el del chiste que decía ser capaz de enseñar a hablar un burro en diez años y ofrecía su cabeza a cambio, y entre risas confesaba a sus amigos: “malo será que en diez años no se muera el rey, el burro o yo”. Por eso hoy sigo siendo sofista, pero de Sofobusvir, la panacea que no lo es tanto pero a veces cura. Por eso cuando pasen las fiestas y quien tenga que decidir decida, que no piense desde sus despachos de Lakua en el importe sino en lo que importa. Felices fiestas.