Publicado en el número 18 de Herrian, revista de la Asociación de Concejos de Álava ACOA-AKE
Muchos de nuestros pueblos viven a lo largo de su historia una vida plácida que distintas infraestructuras vienen a romper. Esta ruptura tiene dos manifestaciones. Por un lado parte de la esencia de nuestro territorio cambia para siempre aunque nos acabemos acostumbrando. Es el progreso nos dicen. Así poco a poco vamos asumiendo como natural el ruido de los coches y los camiones que transitan por autopistas o vías rápidas, el de los ferrocarriles, el zumbido y el impacto visual de las líneas de alta tensión, el de las filas de aerogeneradores y hasta la plácida armonía del agua de los embalses. Son cosas que de pronto parecen haber estado siempre ahí, como si nos olvidásemos de que no siempre estuvieron. Por otra parte, y eso si que suele acabar cayendo en el olvido según van pasando las generaciones, el otro gran impacto que estas infraestructuras tienen en nuestros pueblos, es el del movimiento de personas, máquinas y recursos que acompañan a su construcción. Aún ahora se recuerda en Kuartango y Ribera Alta el trasiego de obreros que acompañó a las obras de la autopista. En La Puebla el de los operarios de los túneles de Santa María o en Aramaio el movimiento de gentes y maquinaria que va acompañando a las obras aún inacabadas de la Y griega vasca. De las obras de nuestros pantanos quedan numerosos testimonios gráficos, algunos edificios y la memoria viva de los mayores de nuestros pueblos, pero allá por la mitad del siglo XIX nuestro territorio se vio agitado por dos obras de gran envergadura que durante años dejaron su huella en numerosas poblaciones de nuestro territorio y a cuya conclusión quedaron sobre nuestra tierra las dos líneas férreas que la cruzan: el ferrocarril Madrid – Irún y el línea férrea Bilbao – Castejón. Esta última, la línea Bilbao Castejón, se inauguró en 1863. Las obras habían comenzado a finales de la década anterior, en 1858, con el compromiso de concluirlas en cinco años, objetivo que se consiguió, aunque, como veremos a continuación, el precio no fue poco. Las obras corrieron a cargo de una compañía inglesa con amplia experiencia en la construcción de infraestructuras ferroviarias, Thomas Brassey, y su dirección fue encomendada al ingeniero Charles Vignoles. La obra pretendía enlazar Bilbao, su puerto y su pujante industria siderúrgica con la línea Madrid – Irún y hacerlo además de forma que buscase una conexión con el mediterráneo enlazando en Castejón con la línea Pamplona – Zaragoza. Uno de los tramos más complicados de la obra era el que debía de salvar el desnivel entre Orduña e Izarra. Túneles, trincheras, puentes… parajes que aún hoy son inolvidables, como el puente que salva la cascada de Gujuli, pero en cuya construcción quedaron las vidas de más de uno de sus trabajadores. Podemos imaginar el impacto en el día a día de las obras en aquellos pueblos de mitad del siglo XIX en los que aparecieron como vecinos gentes venidas de distintos parajes, reinos y naciones. Gentes que convivían con los naturales, que se casaban en sus iglesias, bautizaban a sus hijos, y que en ocasiones incluso dejaban sus huesos en los camposantos. Eso sí, hasta en esa forma de dejar su rastro reconocemos que como siempre y para todo ha habido clases. Como ya dijimos la compañía que realizaba las obras era inglesa. La presencia de los representantes de esta empresa, suponemos que en cargos de responsabilidad, de origen inglés o irlandés, que habitó junto con sus familias en nuestros pueblos, apadrinando hijos de vecinos y llevando una vida casi vecinal dejó su presencia fundamentalmente en el libro de matrimonios y en el de bautizados de las parroquias de Oiardo y de Gujuli. El libro de difuntos, por el contrario, es en el que encontramos testimonio de la presencia por nuestras tierras de “trabajantes” venidos de Bizkaia o de Gipuzkoa, pero también de gallegos, asturianos, castellanos, etc, en cuyas causas de fallecimiento aparece siempre la sombra del accidente. Puede que de la memoria de las gentes del lugar hayan ido desapareciendo estas presencias, pero tanto la pila bautismal como los cementerios de Gujuli y Oiardo guardan buen recuerdo de muchos de aquellos hombres, de algunas de sus mujeres y de varios de los hijos de las gentes que fueron vecinos de nuestros pueblos haya por 1860 a 1863, y de cuyo sudor nació el ferrocarril que aún hoy surca las tierras de Urkabustaiz y Kuartango.
Algunos datos de interés
En los libros sacramentales de las parroquias de Gujuli y Oiardo aparecen los siguientes apuntes que entendemos están relacionados con la presencia de trabajadores implicados en la construcción de la vía férrea Bilbao – Tudela
11 de junio de 1860, Oiardo, bautizo de Juan y Domingo Gilliams, hijo de ingleses
24 de junio de 1860, Oiardo, muere Elias de Farunal, de 2 meses hijo de franceses
17 de julio de 1860, Oiardo, bautizo de Marta y Guillermo de Guerth, hijos de irlandés e inglesa
18 de julio de 1860, Oiardo, muere Guillermo de Guerth, de 1 día, hijo de irlandés e inglesa
26 de julio de 1860, Oiardo, muere Domingo de Urriticoechea “trabajante en la línea ferrea” natural de Zeberio, a los 59 años. La causa del fallecimiento es un “terrazo”.
17 de septiembre de 1860, Oiardo, bautizo de Maria Lina de Bechebe, hija natural de una ciudadana de Manchester
6 de marzo de 1861. Gujuli, bautizo de Guadalupe de Lacot y Fabret. Hija de franceses.
26 de marzo de 1861, Oiardo, muere Carmen de Laso, de 2 años hija de trabajadores naturales él de Aguera de Montijo y ella de Espinosa
29 de abril 1861, Oiardo, muere José Perez, trabajador, 62 años natural de Pando Asturias
25 de julio de 1861. Oiardo, muere Luis Zuluoaga, natural de Zalduonodo, de 31 años, guardia civil, se disparó el arma y le atravesó el vientre
El 31 de julio de 1861 se produce un accidente en la vía férrea que el párroco de Oiardo describe como “terrazo” a consecuencia del cual y en el acto mueren:
Juan Ortiz, 25 años, de Barruelo casado y con una hija., José de Ellacuriaga, 45 años, de Abadiano casado y con dos hijos y Juan Niño, 19 años, Natural de San Pelayo, Asturias soltero.
26 de agosto de 1861, Gujuli, muere Pedro Massoglio, de 49 años, muerte natural, italiano del Piamonte
6 de septiembre de 1861, Gujuli, muere a las nueve de la noche del disparo de un barreno en el tunel de la jurisdicción de Gujuli a los 20 años, José Perez, asturiano.
25 de enero de 1862, Gujuli, bautizo de Maria Claudina Botamin, hija de Italiano y francesa
5 de marzo de 1862, Gujuli, muere Vicente Deohijo de 55 años, natural de Cerbo, Lugo
27 de abril de 1862, Oiardo, bautizo de Marceliona García Villanueva, su padre del valle de Mean y su madre de Castro Urdiales
23 de mayo de 1862. Oiardo, bautizo de Luisa Arentan, es bautizada a los 51 años y a punto de morir (de hecho figura su partida de defunción)
25 de mayo de 1862, Oiardo, muere Luisa de Arentan, inglesa de 51 años “trabajantes” junto con su marido, inglés.
15 de junio de 1862, Oiardo, muere Jose de López, 29 años natural de San Martín de Vilacia
29 de junlio de 1862, Oiardo, muere RudesindoAlvarez de Ron, 18 años, natural de San Pio Anton en Galicia
17 de octubre de 1862, Gujuli, muere Froylan Alvarez, 16 años, soltero, natural de San Bartolomé de Montescero Lugo.
10 de noviembre de 1862, Gujuli, muere León Peña, 50 años, natural de Villarreal, en accidente
13 de noviembre de 1862 Oiardo, boda entre Pedro Seysiens, Belga viudo de una francesa, y Luisa Pérez, natural de Riba, provincia de Santander
22 de noviembre de 1862, Gujuli, muere Juan Lorza, 50 años, italiano
14 de enero de 1863, Gujuli, bautizo de Carlos Madeley, hijo de ingleses
12 de abril de 1863, Gujuli, bautizo de Jose Brooks, hijo de londinenses (apadrinado por vecinos de Gujuli)
10 de noviembre de 1863. Gujuli, bautizo de Miguel Uzabal Escuvi, vecino de Gujuli que es apadrinado por un inglés y una irlandesa.
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