Publicado en Diario de Noticias de Álava el 2 de junio de 2015
Me gusta el ciclismo. Sobre todo las grandes vueltas. Giro, Tour, Vuelta a Euskadi y hasta la vuelta al Reino de España, porque me gusta el ciclismo. Cojo el mando y el café innecesario y me aplico con energía al sofá. Cojín y mantita. Arranco mi siesta a 50 kilómetros de meta y acabo buscando en Internet el ganador después de despertar fuera de control, a más de una hora de la llegada del primero. Es lo que tiene el deporte de sofá. Con el futbol a veces me pasa lo mismo. Pero este fin de semana no ha podido ser. La verdad es que llevo una semana sin echar la siesta. Todo por culpa de Mikel. Me gusta verle ganar. Así que por fin este fin de semana me las prometía felices. Pero al final, lo que son las cosas, ni pude dormir el sábado ni echar la siesta el domingo.
Acunado entre los dulces pitos del sábado, la brunete mediática de la que tanto se habla, me impidió dormir con su griterío. Pasan los días y siguen. Son como los del dedo y la luna. Oyen los pitos y sólo piensan en la manera de evitar oírlos en vez de atenderlos y tratar de comprender lo que significan.
Tanto sueño se me acumuló el sábado entre pitos y flautas que pensé que disfrutaría de una buena siesta la tarde del domingo. Pero no pudo ser. La brunete mediática me atacó de nuevo. Y todo por una gorra. Y es que entre pitos, flautas y gorras vaya fin de semana deportivo que llevamos. Que va uno, se sube a un podium, cosa que tampoco hace muy a menudo, (todavía), vestido con la ropa que lleva el nombre de su patrocinador, que a fin de cuentas es el que le paga y por el que corre, y tiene que acordarse de quitarse la gorra del que le paga cuando suena el himno del que le cobra los impuestos, que no se sabe muy bien quién le ha invitado a una fiesta en la que no van reinos, estados o naciones sino equipos. Y todos a gritar otra vez.
Y así no hay quien duerma.
Leave a Comment