Las religiones tienen, como una de sus facetas, la de dotar de soporte moral a buenas prácticas en origen necesarias. Si se detecta que, por razones diversas, la carne de cerdo puede ser perjudicial para la salud en su área de influencia, la carne de cerdo es pecado y a seguir tirando. Si resulta que el pescado es poco abundante y la dieta muy rica en carne, se crean los viernes de ayuno y abstinencia y ala, a comer potages de vigilia y pescado cuando menos un día a la semana. Que resulta que, observando lo que ocurre en las comunidades pequeñas o en las familias reales, uno intuye que procrear entre primos deriva en efectos no muy saludables para la especie, se crea el incesto y todo listo. Y así podríamos seguir con costumbres, más o menos particulares, que las religiones convierten en pecados para mejor superviviencia de la especie.
De entre estas hay una que es habitual. Llámesele cuaresma o ramadán o lo que sea. Cada cierto tiempo, y de forma rigurosa, se plantea un ayuno no forzado por la necesidad, salvo que por tal se tenga la de limpiar. Son ayunos terapéuticos, que buscan liberar al organismo de las toxinas acumuladas a lo largo del año y prepararlo no para el estado de limpieza eterna, sino para algo más prosaico: seguir abusando el resto del año y poderlo hacer más años sin llegar a saturarse.
En pleno siglo XXI, ya se encarga la crisis de hacernos ayunar de lo necesario. Por eso, sectas, religiones y gurus varios, si lo fuesen como es debido, si lo fuesen como lo fueron sus originarios estatutos ancestrales, deberían promover los ayunos digitales. La cuaresma digital, el ramadán dos punto cero o los apagones naturópatas. Unos días al año sin redes sociales, ni pantallas, ni más voces que las de las gargantas. Días para recuperar el placer de ver el mundo sin la necesidad compulsiva de fotografiarlo. Para pensar pensamientos sin límite de caracteres. Para vivir sin necesidad de compartirlo con quien no te conoce sino con los tuyos más cercanos o hasta contigo mismo. Días para recuperarse como individuo en el mundo, y en la sociedad, y en la capacidad de vivir momentos de los que el único testimonio será el recuerdo que quede en nuestras mentes. Pero no.
Están muy ocupadas las religiones, las sectas y los gurús varios en guerras diversas.
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