El vino es vida y la vida vino.

Nevaba en las alturas y llovía un poco más abajo. Hacía frío, y el viento se encargaba de recordarlo. Pero daba igual, La Rioja es siempre un espectáculo y la Rioja Alavesa un deleite. Poco antes de llegar a Samaniego un pequeño pabellón acristalado coronando una colina nos esperaba. Desde la carretera apenas se ve mucho más, pero bajo él, toda una montaña guarda con discreción una grata sorpresa.

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02_IMG_1978Yo recuerdo haber visto como las máquinas horadaban la montaña como si de una cantera se tratase. Recuerdo haber visto las hormigoneras y recuerdo haber visto cómo todo acababa sepultado de nuevo bajo tierra. Al final sólo un cubo de cristal asomaba y en él nos refugiamos mientras esperábamos el inicio de nuestra visita viendo entre las letras de Baigorri las cumbres nevadas de la sierra de Cantabria y los viñedos que se extienden desde sus laderas hasta el Ebro y desde el Ebro hasta la sierra de la Demanda.

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03_IMG_1988Nos recibió Goyo y empezó, desde ese mirador privilegiado, situándonos en lo que hace de esta tierra una tierra de vinos, y en lo que hace de la Rioja Alavesa una tierra de buenos vinos. El microclima que crean las montañas, secando del aire los vapores salinos del cantábrico cercano, los fríos y los vientos secos, el mediterráneo que remonta por el curso del Ebro, la tierra… La historia de la filoxera y la llegada de los franceses con sus métodos y filosofías, la evolución actual hacia la calidad, la búsqueda de la excelencia y el compromiso en un negocio que es más que una industria.

Bajamos una planta y penetramos en el inframundo, un inframundo que era más cielo que infierno. Siete plantas, siete. Un recorrido en el que el visitante acompaña a la uva mientras se va haciendo vino y que termina en lo más profundo con una deliciosa comida regada por un equilibrado muestrario de vinos. La arquitectura al servicio del vino y su disfrute, compatibilizando el trabajo y su visita, convirtiendo la bodega en su conjunto en una “bodega a la vista” al modo que esos restaurantes que practican la “cocina a la vista”.

15_IMG_2028En el recorrido aprendimos no sólo unas notas sobre el proceso, sino, y detalles para especialistas al margen, que la forma de hacer vino es un proceso análogo a la forma de crecer como persona. Hay personas bien educadas que resultan de un proceso largo, que incluye mimos, que se basa en criterios, y en perseverancia, y en respeto. El vino tiene algo de alquimia, pero la alquimia no hace milagros. Un buen vino resulta de la selección de las cepas y su cuidado. De la recogida cariñosa, del procesamiento cuidadoso pero rápido, del conocimiento de las variedades, de los lugares concretos donde crecen, de sus características. Todo importa hasta llegar al resultado en forma de botella. El tamaño de las cubas, la procedencia del roble de las barricas, la limpieza, la proporción, la temperatura, la humedad, en definitiva… una forma de producir vino en la que uno parece estar en un centro educativo donde se educa a la uva y se le enseña a ser mosto y luego vino, pero sin imposiciones forzadas, con mucha didáctica. No se empeña el sistema en hacer ingenieros de artistas, ni atletas de intelectuales. Cada uno explota las mejores potencialidades con que parte, y así, no es difícil llegar a una oferta variada pero con un nexo en común… ser vinos “bien educados”.

Comimos a gusto, y quien más quien menos se llevó un recuerdo envuelto en vidrio y sellado con corcho. La visita y el día habían terminado. A partir de ahí, el recuerdo, como el vino, seguiría criando aromas y sabores en la barrica de nuestro cráneo.

(puedes ver más fotos de la visita en mi página de facebook)

 

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