Ayer llegué a casa después de asistir, bueno, y un poquito participar también, en el cálido homenaje que la Comisión de ílava de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País dedicó a Peli Martín Latorre concediéndole la condición de Amigo de Mérito, honor reservado de por sí a los grandes como él. Un acto bonito y emotivo sobre el que hablaré más despacito otro día.
A lo que iba es que, llegado a casa, y sin muchas ganas de cenar me dispuse a afrontar una operación tan gratificante como sencilla a priori. Prepararme un montadito de jamón. Y aquí empezaron los problemas.
Mientras luchaba intensamente con el contenido del sobre de jamón enlonchado y envasado al vacío, empecé a plantearme, entre insulto y juramento, toda una serie de cuestiones prácticas y hasta filosóficas. Lo primero que hice fue intentar cojer una loncha, finita incluso diría yo. Pero pronto descubrí que en realidad eran dos. Esto lo deben partir con laser o algo así me dije.
Para mi consuelo, que pronto se convertiría en mi desgracia, comprobé que había una laminita de acetato que separaba las lonchas para mejor proceder a su paso del sobre al montadito. Mientras intentaban mis dedos cada vez más grasientos atrapar el acetato, y comprobando su grosor me planteé que, en algún oscuro lugar del planeta alguien juega una competición haber quien consigue cortar lonchas más finas que el acetato. Pero una vez más otro accidente quebró mi huidiza imaginación.
Terminada la lamina de acetato la loncha seguía. Seguía pegada a la de abajo con la que se quedó, quiero decir. Y llevé a mi pobre pan abierto apenas un trozo de ella hecha jirones pegados al plástico de marras. La operación de intentar separar el sobrante es algo parecido a hacer una disección sin bisturí, o sea a mano, y sin guantes.
Y entonces me dije, si ponemos acetato para separar las lonchas, lo cual es posiblemente poco sostenible, ya que el acetato va a la basura, por lo menos que separe las lonchas, y para eso, debería ser de parecido tamaño a éstas. Para dejarnos con la loncha a medias y el medio ambiente hecho un desastre, casi mejor no ponerlas me decía.
Finalmente mi montadito de jamón quedó convertido en una masa informe de jirones de jamón sobre los que puse el murruño de lo que el acetato no separa haciendo una especie de argamasa de porcino y dejando en la basura unas cuantas de esas laminitas que tanto hidrocarburo costaron dispuestas a volver a costar bien sea en una planta de reciclaje, bien en una agresión al medio ambiente.
Y esque a veces esto de la sostenibilidad no está tan lejos como Kyoto, basta tener el capricho de intentar comer un bocadillo.
Leave a Comment