Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 12 de marzo de 2017
Hay quien vive las estancias en las salas de espera como una tortura. Parece que sienten que les roban el tiempo. Pero seamos positivos. En este mundo de prisas, que te tengan sentado en una silla no es un robo, sino un regalo. Es un rato que tienes para ti mismo sin poder hacer nada más que pensar, soñar e imaginar. Además, hay que agradecer a quienes diseñan estos procedimientos su empeño en proponernos múltiples alternativas para pasar el tiempo. Podemos, por ejemplo, dedicarnos a pensar que no fue muy hábil el que puso número a las ventanillas. Pasado cierto tiempo de espera, uno se acaba dando cuenta de que, lo mismo que en matemáticas hay números enteros, naturales, primos y demás familia, en lo de las ventanillas, lo que abundan son los números vacíos. ¡Pero pónganles nombres de colores, de animales o de plantas, y así no nos resulta evidente que las mesas que nos atienden están vacías! Exclama uno en plan constructivo. Y la espera sigue. Y uno se sigue dando cuenta de que en efecto se empeñan en entretenernos. Antes ibas y te daban un número, Mirabas y calculabas la demora. Ahora no. Ahora te dan un número pero con letras por delante, y a veces salen las tuyas, y a veces las de los otros. Y todos con el boletico en la mano mirando a ver si sale tu serie en la pantalla. Que llega un momento en el que, desorientado por los sueños de la espera, uno ya no tiene muy claro si está en el bingo o en el sorteo de navidad. Que ya podrían poner unos chiquillos cantando los números, y eso le daría más gracia al asunto. Yo estoy por proponer que vayamos a las citas como se va al sorteo ese de marras, con disfraces, turrones y botellas de cava, rioja o txakoli. Porque eso sí, cuando por fin sale tú número en la pantalla, nos levantamos todos como si nos hubiese tocado el gordo, y ¡qué va!, lo único que nos ha tocado es el turno.
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