Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 30 de abril de 2017
El otro día ví la luz y descubrí las claves de la conspiración del pan y el euro para evitar la tercera gran revolución. Ocurrió en una panadería. Esperaba mi turno para comprarle un croissant con chocolate a mi hija. El cliente delante de mí terminaba su pedido. Media barra de no sé qué, un bollo de no sé cuanto y un pan con nombre de país. Tres trozos de pan. La dependienta le dio a la maquinita y la suma subió por encima de los cuatro euros. La panadería no era una delicatessen de barrio residencial, era una panadería de barrio obrero. El cliente no vestía corbata ni librea de mayordomo, era un obrero, clase media que decíamos antes. A mí me dio por aplicar el euro conversor mental que guardamos los que crecimos en pesetas y, como decía al inicio, ví la luz: ¡ochocientas pelas por tres cachos de pan!
Casi me quedo en blanco al pedir el croissant de lo rápidos que volaban mis pensamientos y se ensamblaban en mi cabeza las piezas del puzzle. Camino de casa con el paquetito en la mano lo fui encajando todo.
Finales del XVIII, el precio del pan es la gota que colma el vaso de la miseria y estalla la revolución francesa. Principios del XX, también el pan es el detonante que hace prender el polvorín de la injusticia y explota la revolución rusa. Principios del XXI, se dan con creces las condiciones para que esto reviente y los poderes ocultos, previsores y conscientes de los ciclos, se dan cuenta de que han pasado cien años desde la última y ya iría tocando la siguiente. Y eso no es conveniente para sus intereses. Saben además que no hay explosión sin detonante. ¿Y qué hacen? Crean el euro, suben el pan, y siguen explotándonos con total impunidad mientras nosotros pagamos, con lo poco que nos queda, el pan tan caro como hace solo unos años pagábamos el solomillo. Y ellos se ríen mientras nosotros sonreímos y vivimos “empanaos”.
Leave a Comment