Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 24 de septiembre de 2017.
A falta de mejores armas, la risa y la sonrisa son, a veces, más que suficientes. Lo estamos viendo estos días en los que engordan las palabras mientras la lógica adelgaza y el sentido común se vaporiza. Y es que frente a este mundo serio y crispado en que vivimos, a veces no nos queda más salida que reírnos. Nuestra risa, además, complica su tarea a quienes quieren aplastarnos, porque seamos serios aunque estemos hablando de risas, es muy complicado cortar cabezas mientras te estás partiendo de risa. Se te distraen las fuerzas y te blandean las manos, y ya de lo de apuntar el fusil de asalto ni hablamos. La risa pone en evidencia el absurdo de las cosas que tienen de serio más que nada la apariencia. Esas grandilocuentes escenas que son en el fondo y en la forma ridículas quedan desnudas en su estulticia cuando nos reímos de ellas. Y que nadie se equivoque, reírse no es perder la cara, ni quitar importancia, ni ser inconsciente, cobarde o escapista. Reírse es una más, y puede que de las mejores a falta de otras, de las tácticas de resistencia de las que disponemos el común de los ciudadanos desarmados.
Pongamos un ejemplo arriesgado. Puede que finalmente desembarquen y tomen al asalto las ramblas y la diagonal y el puerto los cruceristas armados que fondean a los pies de la estatua de Colón. Todo es posible. Pero puede también que con las risas que está habiendo a cuenta del Piolín, Silvestre y hasta del Demonio de Tasmania pintados en el barco les dé tanto apuro que se vayan a por unas ensaimadas a Mallorca derrotados por la risa. La risa y la sonrisa ablandan semblantes ásperos, liman respuestas bordes y facilitan tareas, empeños y deberes. Derrotan a los grises y colorean los días y las noches, y además, de momento que yo sepa, no es delito hacer apología de la risa, a no ser que te rías de… Pero bueno, hoy no toca.
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