Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 12 de noviembre de 2017
Tenemos fama las personas vitorianas de darnos a la queja con frecuencia. La tenemos además de hacerlo en comparativo, buscando injusticias y agravios en nuestro entorno. Generalmente lo hacemos con poco motivo y a menudo sin ninguna razón, pero a veces, como ahora, nuestra queja es de las de fuste y fundamento. A las ciudades de por ahí les toca un cuerpo de bomberos de los de calendario y aquí lo que nos toca es un cuerpo de policías de talonario. Y andamos todos con más miedo que vergüenza haciendo cosas inauditas para la esencia de un buen vitoriano. Yo estoy viendo estos días cosas que nunca hubiese creído que llegase a ver. Jubilados cruzando por su sitio, peatones esperando al muñeco verde, ciclistas respetando carriles y señales, coches aparcando donde deben, todo un compendio de conductas cívicas que resultaban por lo demás casi extraordinarias en nuestra ciudad. Y todo por el celo con que los aguerridos funcionarios de la pluma se han tomado el empeño de estrechar lazos con la ciudadanía. Claro que, me da que alguien no les ha explicado bien que lo de estrechar lazos así de buen rollo se hace más con el guiño y la sonrisa que con la soga al cuello o a la empuñadura de la espada de Damocles. No sé hasta que punto son conscientes de que con esta actitud tan encomiable de cumplir a rajatabla con el cuerpo legislativo nos están dejando el cuerpo serrano molido y hasta resentido. Y eso por no hablar de que cuando la forma de protestar beneficia al que se pretende incomodar e incomoda al que se dice beneficiar pues lo normal es que no se entienda. En fin, que a todo esto, lo que si que hemos de agradecer es que el celo este nos está descubriendo que tenemos un cuerpo legislativo que, en lo de sancionar, lo mismo está pidiendo a gritos una revisión de motivos y cuantías, y mientras pues lo dicho: ciudadanía; ¡a cumplir!
Leave a Comment