Pobres

Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 4 de marzo de 2018

Vivimos en un mundo de pobres en el que lo único que enriquece es el lenguaje, porque ya ni las pastillas de caldo. Antes, y lo sé porque lo he leído en los papeles viejos de las parroquias, había pobres y pobres de solemnidad. A estos se les enterraba debajo del coro o a la entrada del templo, sin cánticos ni monaguillos, para que el resto de pobres los pisaran al entrar y salir tras los ricos. Se les enterraba de oficio, porque no había beneficio para el beneficiado. Pero ahora ya no hay pobres de solemnidad. Hemos perdido el boato de lo solemne aunque en tipos de pobreza hemos ido ganando. Ahora hay pobres energéticos, pobres en proteínas, pobres en vitaminas y según ha dejado clara la recién terminada huelga de celo hay, si se me permite la categoría, pobres de infracción. Hablamos del ciudadano que infringe la norma con ingresos mediados. Vamos, del que gana una mierda, pero hay que decir mediados porque vivimos en una sociedad en la que ganar una mierda es más legal que decir que ganas una mierda. Pero en fin, volviendo a lo que nos ocupa, el pobre de infracción es el que, por ejemplo, tiene que cuidar dónde aparca el coche, que ya de por sí le cuesta mover del sitio, porque como lo aparque mal, entre grúa, multa y demás te me llevan por delante lo que a fin de cuentas no deja de ser casi la mitad del sueldo mínimo mensual, y eso suponiendo un trabajo a jornada completa porque si no lo mismo es más de la mitad. Y es que poner una sanción en términos absolutos es venirnos a decir que sólo los ricos pueden saltarse un semáforo o aparcar mal, y los pobres a tener cuidado y andar bien. Y sé que hay quien dirá que es que hay que multar, pero hombre, que anda que no podían ser las multas un tanto por ciento de los ingresos, y lo mismo hasta recaudábamos más. Claro que esto sólo se nos ocurre a los pobres, por algo será.

 

 

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