Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 25 de marzo de 2018
De forma soterrada discurre por Vitoria una polémica larvada. No ocupa primeras planas, ni abre teleberris o informativos horarios. Hace años hubiese habido incluso protestas, pero es también signo de los tiempos esta anestesia generalizada para la protesta en que vivimos. La cosa es sencilla y fácilmente comprensible para aquellas buenas gentes que tienen la costumbre de tomarse unos vinitos, y más concretamente para los que lo hacen por el centro. El pote, sea vino, mosto o zurito en su versión base (de crianzas, reservas y eso ya ni hablamos) ha subido en algunos bares de uno a uno diez. Hasta los de letras podemos apreciar claramente que la subida es exactamente de un diez por ciento. Esto hace años, como decía, se arreglaba marcando con una cruz de tiza en la fachada a los bares inflacionistas para pasar de largo. Hoy nada, callar y pagar. Porque además, si dices algo al camarero todavía tienes que aguantar esa miradita que viene a decirte que si no te llega no salgas. Y yo a veces cuando la noto suelo preguntar aquello de “¿ya has mirado en tu nómina cuánto te ha subido el sueldo el mismo que me ha subido el vino? A que no es un 10%”. Y se calla. Y el dueño te llama rojo y te dice que llevaban años sin subir, y tú preguntas ¿ocho? Porque ocho son los años que hacen falta para acumular un 10%, y eso sin contar el 66% que subieron cuando las cien pesetas se convirtieron en un euro. Y el jubileta al que le han subido el 0,25% te comprende y te cuenta lo que hacían cuando los céntimos que subía el vino no eran de euro sino de peseta. Y céntimo a céntimo el centro aquel, antaño tan florido y frecuentado, languidece, mientras al otro lado de las vías esas que quieren soterrar y que para cosas de estas son, en efecto, frontera, el pote permanece ajeno a la polémica y no ya a un euro, que hasta a noventa lo puedes encontrar.
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