Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 15 de abril de 2018
Parece ser que vamos camino de uno de los más floridos y hermosos mayos que hayamos visto en los últimos años. Que marzo fue ventoso nos consta, y las escamas que nos están empezando a salir dan fe de que abril está siendo lluvioso. Se acerca San Prudencio, patrón meón según se cuenta, y la gran familia de La Unión nos obsequia con la colección de carteles anunciadores de las fiestas patronales adornando las paredes de su local. Lo hacen también con los de la Blanca y con alguna otra cosa. A mi me gusta localizar el del año que me vio nacer, y cual no ha sido mi sorpresa cuando veo que el año aquel el cartel anunciaba, (además de romerías, coros, danzas, retretas y hasta novilladas), regatas. Si, regatas en San Prudencio. Vamos, que al final va a resultar que tampoco es tan novedoso eso de plantar un campo de regatas en Lasarte. En fin, que a cuenta del asunto me salió la vena investigadora y me puse a ver si me empapaba de qué iba el tema repasando las páginas de “El pensamiento Alavés”, periódico local donde los haya. Parece ser que aquel año fue, como este, pródigo en lluvias y chubascos. Tanto es así que los que acudieron a la campa volvieron además de mojados, embarrados. Y tanto fue el caer de aguas patronales, que finalmente no hubo novilladas, pero sí que hubo regatas, eso sí, no fueron en la Virgen Blanca ni en el Prado, ni tan siquiera en Lakua o en Lasarte, fueron en el pantano, que se llenó por entero de balandros. Han pasado unos años, pero tampoco ha cambiado tanto la esencia de este abril provinciano. Si acaso detalles. No se pueden meter y sacar balandros a cuenta del mejillón cebra, y andamos pensando en poner zodiacs para cruzar los pasos de cebra. Ya no hay regatas, pero eso sí, vivimos a regateo diario, evitando sinsabores como si fuésemos Messi y tratando, cuando no podemos, de no pagarlos tan caros.
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