Hoy debería escribir sobre el sorteo de navidad, más ahora que ya ha salido el gordo, 6381, parece ser. Pero ya lo hice el año pasado y tengo la impresión de que lo dicho entonces sigue siendo válido (el sorteo de la envidia 22/12/2006). Así pues, y visto que al vecino alcalde de la vecina ciudad de Bilbao le han “condenado” a poner la bandera española, la bicolor, le vamos a dar una vuelta a la cosa esta de las telas.
Las banderas son lo que son, colores. Pero son colores con una gran carga simbólica, sentimental y en muchos casos con un punto de irracionalidad. Aplicar razones a las banderas no suele ser un buen camino. Las banderas se sienten o se rechazan, y es difícil, cuando no imposible y hasta contraproducente intentar imponer cariños en cuestión de colores.
En nuestro caso la cosa es simple. Tan simple como asumir que no nos asumimos mutuamente. Porque todo el mundo, cuando de banderas se habla, se fija en el hecho de que no ondea la bicolor española en Arkaute, en el Parlamento o en muchos de nuestros ayuntamientos. Pero a nadie se le ocurre exigir con el mismo celo que ondee la ikurriña en Araca o en Sansomendi. Ellos no la sienten como algo propio, y hasta no hace mucho la exhibían como un botín de guerra ganado al enemigo. A muchos se les caerían galones y medallas si se viesen obligados a dar su sangre por defenderla. Y sin embargo son los mismos que defienden la constitución, y hasta el estatuto. Los mismos que hablan de integración y de no sé cuantas cosas más y son a la vez incapaces de asumir que no hay integración sin respeto. Que ellos a lo que se refieren es a la asimilación pura y dura, a la renuncia del otro.
A mi personalmente la bicolor no me gusta. No la siento como propia. Ni como vasco ni como republicano. No me ocurre lo mismo con la tricolor republicana. No tengo muy claro si podría sentirla como propia, pero si que no me produce urticaria. siento la ikurriña como propia, aunque a veces me disguste verla con tanta profusión en algunas manos. Pero es dificil que pueda explicar porqué me ocurre todo esto. Ya decía que buscar razones no es un buen camino. Eso sí. Tengo la impresión de que refrescar unpoco la memoria histórica puede dar muchas pistas.
La mejor bandera, como dijo Carlos Cano, el la sábana blanca-o no tanto- de la cama, donde se arropa con el amor. Donde convive con el paisanaje , donde se mancha de cariño y de futuro. la que solo ondea en los colgadores de los patios impregnándose de humanidad ciudadana.
Color de Paz. Ondeemos al viento las condecoraciones de nuestras noches prendidas en la única bandera que no ha engañado a nadie. La que te acompaña al nacer y al morir… ¡ En la cama! No haciendo caso a mil cabrones… No rentabilizada por nadie, por los siglos de los siglos. Amén.