Crónica final de la 42 edición del Festival de Jazz de Vitoria Gasteiz.
El Festival ha terminado y con él algo más que el festival, una manera de entenderlo y gestionarlo que lleva 40 años en cartel, la de quien ha sido su factotum en las últimas cuarenta esta incluida. Iñaki Añua se retira. Lo anunció con la boca peqeuña y luego amago con echarse atrás, pero, presionado por el entorno, principalmente familiar, finalmente dio el paso irreversible en la jornada de clausura y entonó su adios desde las pantallas de un polideportivo que, haciendo bueno aquello de que no hay quinto malo, registro por fin una entrada aceptable.
40 años, una generación. Pero no solo por el paso del tiempo, sino por el necesario cambio de paradigma que los nuevos responsables del festival han de adoptar si aspiran a que cuando menos llegue la criatura en buen estado de salud a cumplir su medio siglo.
Y es que lo que empezó siendo uno de lo sellos marca de la casa del festival, está terminando por ser una losa cada vez más pesada y evidente. Aquellos programas dobles en los que dos músicos compatibles ofrecían sus facetas para terminar deleitando a los presentes con una más o menos improvisada Jam son hoy cosa de la historia. Tiene uno la impresión de que las modernas figuras, o sus representantes, no gustan de experimentos ante el público y prefieren las cosas atadas y bien atadas, lo que en definitiva, poco o nada debería de tener con el Jazz, pero es lo que hay.
Pero es que además, de forma cada vez más evidente la dirección ha venido programando sesiones dobles que lo único que tiene de doble es el preción, porque no se tyrata de uan sesión doble sino de dos sesiones en la misma noche. Algunas de ellas incluso, evidentemente incompatibles en lo que a sus públicos se refiere. En esta edición hemos tenido buenas muestras de ello. La sobriedad y calidad de Hudson nada tienen que ver con el espectáculo de Mckay y sus All Stars haciendo un tribute de Earth Wind And Fire. Lo mismo cabe decir de lo poco que “maridan”, como ultimamente gusta decir, la orquesta de cámara de Vitoria junto a Perico Sambeat con el apostolado funkie de Cory Hery, e incluso de Bruni y la Mingus Big Band.
Y la cosa es que hacemos una apuesta por aumentar la taquilla y nos damos la galleta, ¿Por qué?
Tal como lo veo yo, el programa en general ha espantado a más de un aficionado al jazz de los de abono. Demasiados días descartables y muy poco Jazz. Por otro lado, estos programas dobles se han espantado solos, y el precio al que se ponen ha espantado a familias jóvenes y demás posibles asistentes.
Pongamos un ejemplo para mejor explicarnos.
Supongamos que el viernes ponemos a la orquesta con Perico en un escenario ellos solos a vamos a poner 15 euros. Fijo que ya solo entre familia amigos y demás metemos más audiencia que en Mendi a 35. Supongamos que Cory Henry, teloneado por algún grupo local de los que fusiona Acid Jazz, funk y Hip hop lo ponemos en Mendizorroza a 20. Fijo que más de un joven se anima y va. A 35 los dos juntos galletón.
En definitiva, viene savia nueva y todos esperamos que traiga nuevo saber. El modelo no está muy lejos. La estrategia aunque parezca curioso es sendcilla: divide y ganarás, segmenta y crecerás… a por ello. Más ciclos más esceanrios, más oferta y mejor dirigida. La programación de Donosti es un buen ejemplo.
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