Publicado en Diario de Noticias de Álava el 13 de febrero de 2019
Sabio no es quien soluciona problemas, sino quien no los crea. Puede que esto no sea nuevo, pero a veces cuesta menos inventarse una cita que buscarla. Es lo que tiene la creatividad, que necesita sitios donde darse rienda suelta y enfrentarse a la dura realidad de publicarse. Lo mismo ocurre con la música y otras artes, que necesitan crecer a golpe de exponerse.
Hablamos orgullosos del Azkena, del Jazz, del teatro, de la magia y hasta del mayo de versos y flores. Pero nadie nace con el pase directo para subirse a un gran escenario. A veces hasta los medianos cuestan. No hace falta ser muy sabio para saber que generalmente se empieza por los pequeños. Mantener completa la escalera nos permite aspirar a ver algún día entre los grandes a uno de los nuestros. Dejarla sin sus primeros peldaños nos condena a ser meros espectadores o incluso sirvientes de los visitantes para los que parece ser que hacemos los auditorios. Acumulamos energía creativa suficiente para ser algo más que lacayos, pero para que madure hacen falta semilleros, y en cuestión de músicas y otras artes, hasta la fecha no se ha inventado para eso nada mejor que los bares. Hasta ahí el único problema sería el de ver de cómo fomentamos la existencia de estos primeros escalones.
Pero como se ve que a todo el mundo le gusta tocar lo que sea, se imagina de pronto uno a los sabios que nos gobiernan reunidos como en una viñeta de Forges diciendo aquello de: ¿nos ocupamos del paro?; no, mejor de los patinetes; no, de la vivienda; no, no, de… hasta que uno dice: ¿y si nos metemos con los bares? Y ahí estamos, contando los conciertos en los garitos para que no pasen de doce y la casa sin barrer. No sé si es que no son sabios o es que ven un problema donde había una solución, pero me da que lo sabio sería que cada cual toque su tecla y que nos dejen tocar las nuestras en paz.
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