Esto de intentar ser ecuánime cada vez se pone más complicado. Al final, y en el mejor de los casos, te llaman equidistante y parece que con eso te han fulminado. Pero cuando realmente se cree en que el modelo de sociedad que se defiende como meta es posible, no queda más remedio que mirar más la sinceridad que la comodidad, el fundamento que el momento.
Por eso, días como hoy, hay que decir que no, que ni es el camino ni es el método, que en el mundo por el que luchamos no cabe la impunidad, y menos aún el desparpajo. Y podría hablar de los maltratadores y asesinos de parejas, de los ladrones de cuello blanco, alzado o sin alzar, de los criminales tecnólogicos y medio ambientales, de los especuladores, de los terroristas más o menos iluminados, claro está, y de muchos otros cuya conducta no tiene cabida en una sociedad justa. Pero hoy toca hablar de otros. De los torturadores. Y desearles la prisión, y la reflexión, y como se dice de otros ámbitos, a los que practican la tortura, a los que la amparan y a los que no la condenan también.
Porque no vale todo. Y si vale todo, lo vale para todos. Y entonces ya no hablamos de razones sino de fuerzas. Y cuando no vale todo, lo que no vale no vale y punto, sin distinción de raza, género ni uniforme. No vale. Hay que perseguirlo y castigarlo. Lo contrario es mentir a los demás y mentirse a uno mismo cuando luego uno se predica demócrata, cuando se dice comprometido con el estado de derecho y a lo más que se llega es, como mucho y cuando interesa, a estar comprometido con el imperio de la ley. Y me van a perdonar algunos, pero imperio el de las galxias y para verlo en la pantalla.
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