Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 6 de noviembre de 2019
En un mundo gobernado por las apariencias, los gestos aparentes tienen su importancia. Y hablando de apariencias, según dicen, nada cuenta más de nosotros que la cara, ese conjunto de rasgos que nos identifican. Unos son carne, otros casquería, cartílagos, dientes y pelos. ¡Ay, los pelos! ¡Qué guerra dan! Con ellos libramos una batalla que dura toda la vida. Son rebeldes. Salen donde estorban y desaparecen donde se esperan, y todo esto cuando peor nos viene. Sirven para salvarse, aunque sea por los pelos, y para dejarnos en evidencia, como cuando nos pillan despeinados o mal afeitados. Porque esa es otra. Su presencia en la cara parece que estorba. Es como si estuviese mal visto poner cosas que enturbien el brillo del espejo del alma. Sí, ya sé que están de moda ahora las barbas cuidadas. Pero claro, entre la barba lustrosa y la piel suavecita “como el culo de un niño” media una etapa de aparente dejadez o descuido. La barba puede estar ausente o presente, pero la de días es cosa mal vista. Así que para llegar a ella, o incluso para crear soporte con quedarte luego en bigotudo, o te encierras quince días o arrastras por la calle tu imagen de mendigo. Y esto es lo que tendremos que hacer estos días los muchos que cada año nos sumamos a una campaña en la que, por encima de nuestra apariencia, está nuestro gesto. Se llama Movember. Una historia bonita que os invito a conocer. Consiste en dejarse crecer el bigote durante un mes, noviembre, en apoyo y solidaridad con quienes padecen y combaten enfermedades que nos afectan a los chicos. Bueno no sólo hay que dejarse el mostacho, también unos eurillos, que de eso se trata. Así que cuando este mes veas por la calle a gente con pelos por la cara para acabar dibujando su bigote, no pienses que es un dejado, porque es un dejante. Y yo con estos pelos quiero dejarlo presente.
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