San Antón

Hoy es San Antón. Y dado el contenido a que habitualmente dedico estas lí­neas, muchos pensarí­an que iba a hablar de Antón Saenz de SantaMarí­a, pero no. A pesar de la vista con que la judicatura fijó en su dí­a la fecha de su declaración en el juzgado hoy no toca. Hoy lo que toca es dejar al juzgado trabajar.

Lo que si toca hoy es hablar de la rifa. De la tradicional Rifa de San Antón. Una de esas costumbres vitorianas que despiertan en los que hemos pasado nuestra niñez por estas tierras muchos recuerdos. De esa rifa cuyo reclamo a voz en grito “Billeeetes para la Rifa de San Antón” resuena aún en el baul de nuestros recuerdos mientras nuestra retina guarda la imagen de aquella gabardina más vieja que la propia rifa y de aquel mapa de la rioja que alguna vez debió ser cara. Una de esas costumbres que perduran a pesar de los cambios y tonterí­as que impone esto de cogérsela con papel de fumar.

La tradicional Rifa que empezó con el sorteo de un cerdo, ha terminado en la gran paradoja de que el primer premio es casi el peor de los premios. Vamos, que su valor es el más bajo de los cinco primeros premios. Por una vez en la vida, aquí­ en Vitoria somos los mejores, los únicos capaces de hacer trizas el famoso dicho deportivo de que el segundo es el primero de los que pierden. Aquí­ todos son como Gallardón, quieren ser los segundos. Y como Gallardón también, muchos se quedan fuera de la lista. Sólo hay un segundo.

Y a todo esto, el cerdo ya no se rifa porque la ley lo prohibe. No me queda muy claro si prohibe exhibirlo, rifarlo o matarlo. Pero el caso es que la ley no prohibe rifar el lote de ibéricos de 600€ que es el primer premio. Curioso. Si matamos al patanegra a escondidas no pasa nada y hasta podemos exponer sus trozitos orgullósamente embalados. Bueno, eso de momento, porque tal como vamos, acabaran obligando a las carnicerí­as a pintar sus escaparates de negro y a tener todo aquello que sea reconocible como un animal entero convenientemente escondido. Pero eso es otro cantar. Hoy todaví­a puedo soñar con ser el segundo, eso sí­, sin ninguna “gallardí­a”, ya me entendeí­s…

 

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