Bardos

Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 25 de marzo de 2020

Es de noche, se acercan las doce. La paz reina en los jardines de la Residencia de los Dioses. No hace mucho que el primero de sus edificios se ha levantado y los vecinos disfrutan de su estancia en la Armórica profunda. “Tzoiing! Tzoiiing”. “¡Hay como un ruidito!” dice ya acostada una de las residentes. “¡Nada, algún animal que pasa por el césped!” le tranquiliza su marido. “ME GUSTAN LOS BOSQUES, LA, LA, LA (zuing!, zuing!) PORQUE HAY JABALÍES, LA, LA…”. Es Asurancetúrix, el bardo galo, al que Astérix y Obélix han instalado en el edificio para que comparta sus artes con los refinados romanos, lejos de los bárbaros. Al día siguiente los vecinos abandonan el bloque en tropel. La mano de Uderzo ya no dibujará más bardos. Nos ha dejado.

Es de día, se acercan las doce. La paz reina en las calles interiores de un barrio de Vitoria, cosas de la cuarentena. Hace ya años que el cereal dejó paso al ladrillo en el Lakua profunda. “Pliiin! Pliiin!”. “Ya empieza” dice un vecino. “Corre vamos”, dicen los parroquianos dejando por un rato sus quehaceres diarios. “Mi niña Lola, mi niña Lola, Ya no tiene la carita del color de la amapola…”. Es Kepa, el bardo del primero. Cada día, por la mañana, saca su equipo de voces a la terraza, coge su guitarra y entretiene un rato al vecindario con su repertorio. Lo lleva haciendo desde que empezó todo esto. No se trata de epatar con notas complicadas, sino de cantar. Hay para grandes y pequeños, para coros y hasta para danzas. Lo mismo da una habanera que una copla, una de los payasos que una ranchera. Y en las ventanas abiertas el vecindario escapa y comparte desde el aislamiento. Es un bardo heroico, de los que no espantan, de los que hacen falta en estos tiempos de héroes y villanos. Es un Asurancetúrix entonado, el bardo que para sí hubiesen querido los irreductibles galos que dibujó Uderzo.