A menudo uno se acuerda para siempre del nombre de aquel capaz de poner negro sobre blanco lo que uno sabe a fuerza de vivirlo pero no reconoce hasta que se lo dicen. Ese es el caso de Festinger, y más concretamente de su famosa teoría de la disonancia cognitiva, la disonancia de Festinger, que me tocó estudiar en mis tiempos de universidad.
Para el que guste de no extenderse con enlaces vendré a decir que es ese mecanismo mental por el que nos convencemos de que lo que hacemos está bien y lo que no hacemos es imposible de hacer y además, poco conveniente. Piense cada uno en los días previos a comprar un coche, una casa o lo que sea, y en cómo se va autoconvenciendo de que todo son ventajas, si ha decidido comprar, o inconvenientes si ha decidido dejar pasar la oferta.
En el terreno de los medios de comunicación, o de la comunicación en general, se suele aplicar a la máxima aquella por la que un mensaje demasiado contrario a las propias creencias se interpreta como mentira y refuerzo de lo que creemos, y a la inversa, para el convencido resulta una prueba irrefutable de la solidez de sus creencias y mitos.
Para mejor explicar esto pensemos en que las fotos de Igor Portu recién ingresado que publica Gara, las viese un lector habitual de La Razón. A unos lectores les ratificarán en la existencia de torturas, mejor dicho, en la veracidad de todas y cada una de las torturas denunciadas, sean ciertas o no. A los otros les escandalizará el montaje que puede hacerse en torno a una detención normal, y hasta descubrirán que las heridas son falsas y el conjunto de la información propaganda filo terrorista.
En lo profundo de su corazón unos llorarán por el martir golpeado y otros sonreirán al ver al terrorista con su merecido castigo.
Parecida sensación pero exactamente inversa, sentirán los unos y los otros antes las fotos, por ejemplo, de los guardias civiles tiroteados en Iparralde.
La cuestión es que entre quienes se mueven como un péndulo binario entre la alegría criminal y la indignación beligerante, un número cada vez mayor de gentes se mueve entre la nausea fisica e intelectual, y la indiferencia más radical.
Todo parece un juego, todo menos que las fotos, las unas y las otras no son montajes, por desgracia.
Este año se celebra el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Parece ser que en 60 años la no hemos hecho mucho caso, ni la hemos ejercitado excesivamente-
Pinttu