Cuenta una historieta de ámbito rural que en cierta ocasión, llegó una de las mujeres de la casa gritando a voces que un toro se estaba comiendo el trigo en el trigal. El hombre de la casa acudió corriendo y volvió al rato riendose a carcajadas… “¡¡Que coño un toro!!” exclamó (lo dijo él ehh, no yo), “si era una vaca”. Y la mujer dijo al instante… “y que tendrán que ver los cojones para comer trigo”.
Viene esto al hilo del farisaico espectáculo al que estamos asistiendo a cuenta del Tibet, del régimen chino y de las olimpiadas. Porque nos dicen que no conviene mezclar la política y el deporte; que los deportistas son seres asexuados en lo relativo a la conciencia y estas cosas de que se invada un país y se elimine su cultura no tienen porque ver nada con ellos; que en cualquier caso y por si acaso no resultase ser así, digo lo de la existencia seráfica de los deportistas, no conviene ni es oportuno indagar sobre sus posiciones al respecto; que china se merece una oportunidad porque no es justo que una gran potencia económica nunca haya metido la cuchara en el rentable puchero de las olimpiadas; que además hasta igual resulta que las olimpiadas devienen en un aumento de las libertades en China; que en definitiva, el tinglado está montado y no van a venir unos monjes a reventarlo.
Todo esto nos dicen y mucho más, pero lo cierto, es que el régimen chino lleva años comiéndose el trigo tibetano, con cojones o sin ellos, con industrias o sin ellas, con intereses económicos o sin ellos, y se ría quién se ría es así.
El gran provedor de ejecuciones se salva porque es en general provedor de carne humana, ya cocinada y despiezada o en forma de fuerza barata para producir, mientras nosotros seguimos apostando por generar valor, por dedicarnos a actividades más adecuadas a nuestra gran cultura y formación, actividades de esas que se centran en añadir valor mientras los chinos se ocupan en ocuparse de que los chinos no levanten la cabeza y sigan fabricando a bajo coste la realidad tangible de nuestros añadidos.
Con el dinero y la cultura que atesoramos leemos libros del dalai lama, asistimos a sus conferencias y alabamos su pacífica capacidad de persistir en su justa reclamación. Pero punto y final, ahí se acaba el toro y empieza la vaca….
¿Cuántos juegos olímpicos han organizado los esus?
La manzana podrida se ve distinta según quien la mire.
La cuestión es quién respeta los derechos humanos.
Es terrible lo que pasa en el Tibet, y en Oriente medio, etc. etc. Pero la realidad es que pocos países están libres de mancha, y no es consuelo de tontos, es triste.