Ayer hablaba de un periplo automovilístico. Y el caso es que pensando en uno de mis puntos de parada, y cruzándolo con la coyuntura mundial, me ha surgido una cuestión de física recreativa.
Veamos. Cuando uno compra el coche, en el libro ese que nunca nos leemos porque todos sabemos de sobra como se conduce un coche, hay una paginita que te indica las capacidades de los distintos fluidos que tiene el vehículo en sí. No voy a hablar en todo caso del misterio que supone el medio litro de aceite que debería quedar en la lata y que a menudo entra en tu motor, no. Hoy hablamos de combustible.
Supongamos que el coche que yo conduzco tiene una capacidad de 45 litros de combustible. Si uno es de los que lo llena hasta la boca, supongamos que en el recorrido entre el depósito y la boca caben aún dos litros más. Sigamos suponiendo que nos indica el fabricante que cuando el faorador indica que estamos en resera nos quedan como mínimo de 3 a 5 litro de carburante.
Constatemos ahora que el indicador de reseva no se enciende de forma continuada, con lo que en base a las suposiciones anteriores y a las indicaciones del fabricante no es descabellado pensar que trasportamos entre 3 y 5 litros, pero posiblemente más cerca de 5 que de 3. ¿Cómo es posible que el poste de carburante indique que hemos servido 47 litros largos? ¿pero si contando el depóstio más el tubo menos la reserva habría como mucho espacio para 42 ó 43?
Física recreativa. La misma que empuja a las casas a echarse sobre el tranvía. La misa que debería impulsarnos de vez en cuando y con el tiempo suficiente a pedir las medidas esas que dicen tener en todas las gasolineras. Porque antes hablábamos de miserias, pero al precio que tiene el gasoil un “error” de apenas una décima es un litro de cada diez, 4 de cada cuarenta, vamos, unas 800 cucas de las de antes en error… y encima digital, con lo complicado que es eso, porque antes al menos veías moverse la bolita…
Pues eso, a leer y a calcular.
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