La recóndita y prácticamente oculta villa de Labraza ha recuperado su esencia topográfica y como si de acné juvenil se tratase ha emergido en el mapa. No es tanto que sea la mejor ciudad amurallada del mundo, como algunos titulares rezan, sino que aún en su poco justificada modestia, su proyecto de recuperación, restauración y conservación destaca por lo innnovador y según se desprende de lo leido destaca sobre todo por ser capaz de implicar a toda la población.
Eso es lo importante con el patrimonio, conseguir que quienes lo habitan lo disfruten, y hacer que estos pequeños pueblos no se conviertan para ellos en algo precido a una jaula donde les toca hacer el papel de monos ante los visitantes.
Tod un ejemplo que en muchos sitios deberíamos seguir. Porque ciertamente es compatible combinar unas condiciones de vida y habitabilidad propias del siglo XXI con la conservación y puesta en valor del patrimonio. Yo lo he dicho muchas veces de Vitoria. el secreto para poderla vender es haberla comprado antes, y los primeros clientes tienen que ser, precisamente, los vitorianos.
No me voy a extender más, pero el secreto está en poner en práctica la sana costumbre de ser de cuando en vez turista en su propia tierra, y dedicar aaunque sea una vez al mes, una mañana o una tarde a pasear sin prisa, con las manos en los bolsillos y la vista dispersa. días de esos que si dejan agujetas las dejan en el cuello de tanto girar, subir y bajar la vista. bueno, y si ya nos animamos y salimos a connocer ílava, el panorama no podría ser mejor. Y más aún hablando de murallas, desde Laguardia a Agurain, pasando por Antoñana, Peñacerrada, La Puebla de Arganzón, etc. etc.
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