Como si de un lema olímpico adaptado al uso se tratase; como si quisiese superar por exceso el dicho aquel de que se puede decir más alto pero no más claro, nuestro alcalde está empeñado en que su eslogan, Vitoria capital de Euskadi, se oiga y se vea en lo más alto, de la forma más clara y con toda la fuerza posible.
Si hace apenas un mes fue la “controvertida” camiseta y hace unos días la noticia de que el ínclito Juanito, Oyarzabal para más señas, iba a colocar el emblema a más de ocho mil metros, hoy nos despertamos con la noticia de que también tendremos una calle, uyyy perdón, una avenida, que se llamará Capital de Euskadi.
A mi no me parece mal todo este empeño, pero como dije en su día, me da que es más cuestión de serlo que de creerselo, aunque cierto es que para serlo primero hay que creerselo. Lo que no tengo tan claro es que nos lo vayamos a creer más por gestos como estos que por cosas que vayan más allá del gesto. Lo de la Avenida además llamará a error. Uno le dirá a otro aquello de ¿dónde vives?, en capital de euskadi, y el otro dirá, toma y yó. Que no, que yo vivo en Capital de Euskadi y tú en la capital de euskadi, ahhhh.
Claro que alguno entonces preguntará, y aclaremos que preguntará, ni consultará ni nada parecido no vayamos a tener más jaleos, ¿y eso de la capital para que sirve? Y si voy un paso más allá, si eso de Euskadi no sirve para mucho, vamos, sirve mayormente para lo que nos dejen y nada más, esto entonces ¿es una capital o una delegación? Porque las capitales, así con mayúsculas como nos quiere convencer nuestro alcalde que es nuestra ciudad, las capitales esas que suben montañas y nombran avenidas, lo son porque concentran poder, económico, cultural, y sobre todo político. Y aquí, poder, lo que se llama poder me parece que hay bastante menos que querer.
En fin, que al final vuelvo a lo mismo. En cuestión de capitales no se trata de creer, ni de querer, sino de poder, poder ser y poder, por tanto, creer.
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