Hoy la villa de Treviño ha reunido a representantes de la Asociación de Concejos de ílava en una jornada festivo reinvindicativa. Por una parte es un día para conocerse y convivir, y por otra nunca es mal momento para recordar las cosas estas de Treviño y sus historias.
Para allá que nos hemos ido mi niña y yo, y hemos llegado, aunque un poco tarde a la lectura del pregón por parte de Alex Barredo. Mi hija no ha entendido los chistes, pero eso es algo que se irá arreglando con la edad. Hemos saludado a amigos y conocidos, hemos recorrido las calles de la villa y después de darme cuenta de que con la criatura me salía la hora a 20 euros o más (helados, pastel vasco, pulsera, refresco, etc. etc.) nos hemos vuelto para casa.
No faltaba nada. Hasta la guardia civil se ha sumado a tan festiva celebración colocando un control a la entrada del pueblo. Todo un detalle esta contribución a la escenografía.
El tiempo tampoco se quedado atrás y nos ha brindado un luminoso y soleado domingo en el que hasta la villa parecía menos siniestra de lo que suele aparecer, con sus callejuelas estrechas y amenudo solitarias, sus cuestas, y ese aspecto general de pueblo oscuro, con un punto de siniestro, aislado y antiguo. Y que nadie se lo tome a mal, pero es una impresión bastante compartida. El mismo lunes, al salir del funeral del buen Rufino, y con una impresionante luna llena asomando al fondo de la calle, sólo faltaban una o dos figuras embozadas en sus capas y con ese andar encorvado para completar el conjunto…
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