…y se acaba con la marihuana. Así decía hace años una buena señora a la que más que su escasa cultura, la ignorancia de mucho opinador hacía efectivamente oir campanas y no tener muy claro donde.
Viene esta reflexión al hilo de una carta que publica hoy el diario de noticias de álava, con el título de Incumplimiento de la ley antitabaco y humareda de porros. Su autor es Mikel Agirregabiria que se define a si mismo como “Un educador que escribe compulsivamente sobre casi todo”, y se nota.
La carta en cuestión es todo un monumento a la compulsión, a la mezcolanza, y termina con una revisión literaria de la frase que da título a este apunte. Pero es que por el camino se mezclan churras y merinas. Se mezcla lo que para el opinante es una irresponsable actitud de las autoridades ante lo que él juzga como actitud burlesca y prepotente de la minoría de fumadores, con el consumo de alcohol y con otro tipo de sustancias.
Y estas mezclas resultan incontestables, porque exigen hacer como él, hablar de todo y no decir nada nuevo, visitar tanto lugar común que al final uno no está en ningún sitio.
Pero si que hay un cierto leit motiv que puede contestarse, y que nos conduce a ese tipo de moral que podríamos llamar moral visual. Lo que no se ve es menos malo. Lo que molesta es que se fume en público, lo que molesta es que se fume incluso porros, lo que molesta es que no se multe por fumar en público.
Este leit motiv tiene además una desviación interesada. Se mete en el mismo saco al tabaco y al resto, pero luego, en la vida diaria, nos encontramos con que los sufridos fumadores somos el único colectivo de enfermos a los que se nos trata como delincuentes a pesar de que seamos expléndidos contribuyentes, pero de esta cuestión ya me ocuparé otro día.
Hoy me basta con tener claro que se empieza por nacer y se acaba por vivir hasta que mueres o te matan. Y es que, acudiendo al modelo de mensaje de esos que aparecen en las cajetillas, Vivir puede matar.
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