Publicado en Diario de Noticias de ílava el 21 de abril de 2009
Iba yo caminando rumbo a Txagorritxu el otro día cuando llegué a la Avenida con intención de vadearla. Sólo un semáforo se interponía entre un servidor y la otra acera en el sentido literal de la expresión. Y allí estábamos todos, como los lunes al sol, mano sobre mano esperando la ansiada luz verde.
Primero me acordé del chiste aquel del conductor que ante la benemérita pregunta de”¦ ¿es que no ha visto usted el stop? Contestaba aquello de “el stop si, pero a ustedes no”. Persuadido por la enseñanza y entre mirar a todos los lados o seguir esperando, pues opté por la segunda.
Pensé al hilo de lo anterior en aquellas prácticas policiales hoy casi desaparecidas del stop mal hecho, la línea continua pisada y demás cuestiones en las que uno chocaba con la peculiar interpretación del guardia de turno. Algo que para muchos es un recuerdo, y que sin embargo se puede rememorar en el centro de ílava (basta con entrar y salir de La Puebla sin hacer bien el stop unos cuantos días para poder revivirlo)
Cansado de stops y de las caras de mis compañeros de espera me giré a observar mi entorno. ¡En buen momento! Casi me mata de un infarto un ciclista que no debió darse por aludido por el peatón rojo que nos tenía a todos congelados. Quizás fue por el susto que de pronto tuve la sensación de estar como en el campo. Pero no. Aquello verde lleno de matojos y hierba mal cuidada no era una campa. Eran las vías del tranvía. Se me ocurrió que se podía incorporar a los convoyes una segadora y así, de paso que pasa me repasa el césped y me quita los hierbajos. Para las zonas cementadas se convierte en barredora y la ciudad como un pincel.
Seguía avanzando la mañana y nosotros allí, pillando bronceado. Sólo faltaba algún vendedor ambulante o una mesita con periódicos y revistas. Bueno, y ya puestos unos bancos, que las esperas sentado son como menos esperas. Eso sí, de vez en cuando pasaba algún coche para animarnos.
Algunos empezaban intranquilos a mirar alternativamente su reloj y su entorno, buscando la ausencia de municipales para saltarse el precepto. Los jubilados les miraban compasivos. “Esta juventud siempre con prisas”.
El verde nos pilló adormecidos, y en cuanto nos repusimos de la emoción arrancamos los unos hacia los otros. Tanto tiempo juntos que uno no sabe si seguir su camino indiferente o pararse en el centro de la calzada para abrazar a su oponente. Vamos, uno ya casi ni recuerda a dónde iba, y es que hay que ver lo que dan de si algunos semáforos en Vitoria.
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Sí, es verdad, en Vitoria los semáforos para los peatones tardan mucho en cambiar, se diría que a pesar de ellos(semáforos), parece mentira que todavía haya gente en Vitoria que vaya andando, (igual es un lugar de encuentro como la Virgen Blanca) . (Mi hijo siempre que salimos de casa en Vitoria , me dice que quiere llevarse la pelota para jugar un partido con su primo mientras cambia el semáforo)En Madrid se espera menos en las aceras, pero cuando se abre el semáforo hay que correr los cien metros para que no te atropelle un zumbado engominado.