Publicado en Diario de Noticias de ílava el 28 de abril de 2009
Si meses como estos son de por si difíciles de sobrellevar por aquello de la desorientación festivo laboral, para los que vivimos en el ya de por si desorientado enclave son simplemente catastróficos.
Vas un buen día a hacer una gestión y te encuentras cerrada la caja Burgos. ¿Qué fiesta es hoy? te preguntas un poco malhumorado. El día de la comunidad, te contestan. ¿Qué comunidad? Cual va a ser, la de Castilla y León, ¡Acabáramos! Ellos celebrando alborozados la derrota y ejecución de los comuneros y nosotros como todos los días, a Vitoria a trabajar. Sin que pase una semana suenan las trompetas que nos llaman a la fiesta, y al pobre que le toque”¦ a Miranda a trabajar. Hasta la Semana Santa se alarga o se acorta según te pongas a un lado u otro de los túneles del boquete. Vamos, que llevamos un mes que nos caen todas las fiestas o ninguna, que ya no sabemos si vamos o venimos, o como cuentan de los gallegos si subimos o bajamos.
Si a esto le sumamos los EREs y lo de los calendarios escolares personalizados, de forma que un día los míos tienen clase y los tuyos no y viceversa uno empieza a sufrir el síndrome del jubilado, también conocido como el de los calendarios sin color, o el de los domingos de siete días. Nos pasamos el mes de celebraciones y lo que tiene más mérito, sin mucho que celebrar. Porque en lo que a nosotros nos toca, me da que este año el pendón también será virtual, y el mástil seguirá como testigo mudo de que no hay mucho que celebrar. Aunque tal como van las cosas, quien sabe, lo mismo vienen ahora Lopez y Basagoiti, vizcainos ellos, y consiguen de sus compañeros castellano leoneses lo que tantas generaciones de alaveses han sido incapaces de conseguir. A ellos no les podrán decir que Treviño no se entrega a los nacionalistas. Y como además no son frentistas, pues lo mismo ponen de moda hacer las cosas con un par de dedos de frente, nos dejan un calendario en condiciones y hasta el mapa del tiempo ese que tanto les preocupa deja de tener un agujero en medio. Y ya puestos a quitar fronteras a las fiestas, pues nos ponemos de acuerdo todos los europeos y creamos un calendario universal de fiestas. El día del municipio, el del territorio, el del país, el del estado y el de la unión. El del padre y la madre y el niño y la niña; el del trabajador y el de la trabajadora, ejerzan o no. La fiesta de otoño, la de invierno, la de verano y primavera. Y por supuesto, la del día en que ílava volvió a tener el corazón en su sitio.
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