Agur Jaunak, agur eta ohore Ibarretxe Jauna. Con trampas o sin trampas los hechos cantan, y gracias precisamente a varias cantadas te vas para casa con los bolsillos llenos de votos y las manos vacías de poder. Te vas ante el aplauso de los tuyos y te vas con el regocijo de los españoles. Que curioso, ¿Por qué será? Y no estoy diciendo que los vascos que querían que te fueras no sean vascos. Simplemente digo que son más españoles que vascos, que coinciden en sus alegrías con las de gentes que de este país no saben mucho más que unas notas de gastronomía; que coinciden en su alborozo con comentaristas cuya idea de españa dista mucho de aquella que asume cualquier tipo de multiculturalidad. Vamos, que el alborozo de estos vascos, o por mejor decir, de estos españoles de aquí, tiene, en lo que a su condición de vascos se refiere ciertos tintes suicidas. Pero allá ellos.
Lo que a mi me preocupa es que una personalidad como Juan José Ibarretxe pase a su historia como un iluminado, un extraterrestre, un enviado del diablo, un tipo ridículo, un filo terrorista, un paladín de la división de la sociedad vasca y que se yo que cúmulo de lindezas más. Me preocupa porque a la mía concretamente pasará como una persona de las que cada vez abundan menos en política. Una persona que a su demostrada capacidad de gestión, a su reconocido pragmatismo, es capaz de defender lo que promete y de empeñarse en ello; es capaz de creer que cuando se dice que en democracia todo puede defenderse es cierto, es capaz de dejarse pisotear si es necesario para defender lo que la mayoría del parlamento vasco decidió en diversos momentos. Porque no conviene olvidar que, con los mismos números con los que la sustitución de Ibarretxe es parlamentariamente legítima, el proyecto de nuevo estatuto, o la ley de la consulta también lo fueron.
En cualquier caso, y de estas cosas ya hablaremos en otro día, sólo decir un par de cosas, que siento no haberte podido votar en estas últimas elecciones (ya se sabe, lo de treviño es una de las cosas que tampoco has podido dejar resueltas), y que te deseo lo mejor en tu nueva andadura, Orduña, La Barrerilla y esas pequeñas carreteras nuestras te verán seguramente circular de nuevo.
Ser o no ser, he ahí el dilema, dejarse llevar por las decisiones de los demás, o arriesgar la propia tranquilidad defendiendo aquello que persigues y sueñas. Pero, creo, que no se debe olvidar que ser alguien, en concordancia con otros, es un proyecto colectivo, y es muy complejo definir a cada cual según el lugar donde vive o nació, o
una idea común de convivencia. Parecer ser que ser proespañolista en nuestro país es como era ser afrancesado en la época napoleónica, y después sufrimos lo que sufrimos. En Madrid, por ejemplo habrá gente que pensará que ser provasquista es una forma vil de terrorismo y antisolidario, y todavía las sombras de la intolerancia golpean nuestras puertas.
Pero en realidad yo prefiero mirar por el cristal ciudadano, que rebaja la pasión de los prejuicios e iguala a todas las personas.
Porque en el fondo todos somos vecinos, y lo que nos diferencia es el proyecto con el que queremos poder vivir con dignidad.
A veces ser o no ser parece más un partido de fútbol , con una hinchada más o menos sofisticada, pero no un modo de vida donde las personas puedan simplemente estar.Todo esto lo pienso hoy, pero mañana puedo verlo de una forma diferente….