Publicado en Diario de Noticias de ílava el 2 de junio de 2009.
Este fin de semana ha sido espectacularmente primaveral. Vitoria no parecía ni Vitoria. Llegaba la noche y seguía sin hacer falta la chaquetita ni el jersey. Vamos, era como si hiciese buen tiempo. En esas estaba practicando el noble deporte del terrazing cuando se me acercó un caballero para ofrecerme sus servicios. Profesionales, dignos y honestos, aclararé presto. Me dije a mi mismo”¦ ¿y por qué no? Así que al cabo de un rato, y satisfecho el importe propina incluida, me encontré con mis zapatos tan relucientes como el primer día si no más. El profesional al que me refiero tiene por noble oficio lo que venimos en llamar limpia botas. Un trabajo como cualquier otro. Un currelo que puede hacerse bien o mal, a gusto o a disgusto, con mimo o con hastío, con una sonrisa o con un gruñido. Una profesión que cierto es que tiene cierta carga simbólica, pero en la que realmente lo único que resulta evidente es que trabajas a los pies de tu cliente.
A las gentes normales esto nos parece casi una forma de ofender al prójimo, cuando realmente el prójimo en cuestión hace su trabajo y se gana su sustento, y, como en el caso que nos ocupa, además lo hace a gusto. Mejor así que en otros quehaceres más perjudiciales para la salud pública y la hacienda privada. Así lo tenía claro y así lo comentaba mientras frotaba con fruición el cuero de mis zapatos. Entretenido en su trabajo, llegado del otro lado del océano y presto a montar con compañeros y amigos una especie de cooperativa del limpia. Y a partir de ahí, a recorrer calles y plazas en busca de un zapato que limpiar. A decir aquello de”¦ a sus pies señora no tanto por cortesía como por reclamo y a conseguir sacarnos unos cuartillos por prestarnos un doble servicio, limpiar nuestro calzado y reeducar nuestra modestia. Y es que en estos casos la posición no importa, lo que importa es la dignidad, la educación y el respeto. No nos hace superiores poner el pie sobre la caja. No les hace inferiores sentarse en la banquetita y darle al paño y al cepillo. Son otras cosas las que nos hacen mejores y peores, superiores e inferiores.
Seguía haciendo calor cuando se marchó, con la misma o mayor sonrisa con que vino el limpia aquel. Unos euros en el bolsillo y la satisfacción del trabajo bien hecho. Eso si, seguro que más de uno de los que transitaba por la zona se dijo a sí mismo o a quienes tenía por alrededor mira tú si será chulo el tío ese”¦ y el caso es que el chulo ese dio trabajo a un profesional honrado”¦ no como otros.
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