Ayer publiqué la última de mis columnas semanales del curso 2008 2009 en el Diario de Noticias de ílava. Hasta el día 14 tenemos vacaciones. Hasta el día 14 de septiembre. Así que, en lo que a la columna se refiere pasa uno a ser parte de ese colectivo de colectivos que engancha casi tres meses de vacaciones. Maestros, alumnos, parlamentarios de uno u otro hemiciclo, y periodistas de uno u otro soporte, de uno u otro medio.
Yo personalmente lo de mis vacaciones lo sufro en silencio, como otras cosas. Pero siempre me planteo lo mismo. ¿Es normal? o rememorando citas eclesiales… ¿es justo y necesario? ¿es nuestro deber y obligación? Sinceramente creo que no. Es más creo que tiene una parte de abuso, de fractura de la justicia social.
Cuando ponemos la radio, la tele o leemos el periódico podemos incluso sentirnos abandonados. Julio es un mes en el que mucha gente trabaja, en el que mucha gente no tiene más remedio que mantener sus rutinas diarias como si fuese mayo con sus flores o diciembre con sus nieves. Pero los programas desparecen. Reaparecen reposiciones, como si hubiese ahora que dedicarse a ver y oir lo nunca visto. Aparecen los becarios y los viejos o jóvenes dinosaurios destinados a llenar horas de programación que visto lo visto se ve que no ve nadie.
Cada uno se busca la vida como puede y sueña con un día en el que pueda ser maestro, o parlamentario, y juntarse con guionistas, productores, presentadores y artistas en el limbo de los vacacionantes. Mientras tanto los niños a la piscina y los mayores a la oficina a la del curro o a la del inem, que tal como van las cosas…
No me acuerdo que son unas vacaciones. Y el limbo , muchas veces, es tu propio trabajo.