…y la mujer, claro está, no se me vaya a quejar Lourdes o alguna feminista recalcitrante del lenguaje.
Como todos los años hay un día que toca excursión y este año los Vegas nos llevamos a nuestros ahijados jazzísticos a las tierras más orientales de nuestra llanada, Asparrena y Agurain. Ya dicen ellos, y razón no les falta, que gracias a esta constumbre conocen álava mejor que muchos alaveses, o quizás debiera decir Vitorianos, que aunque tendría que ser lo mismo muchas veces ni lo es ni lo parece. Pero dejémonos de domésticas disputas y volvamos a esta nuestra crónica viajera.
El programa elegido era sencillo, lo que no significa en absoluto que fuese simple ni soso. Concentración en Araia, visita al museo del mitxarro, traslado hasta Agurain, y visita del renovado consistorio, museo al aire libre de cerámica, Zabalarte y comida en “el gordo”. Pensamos así seguir aumentando el corpus de alavesas joyas que han posado ante los ojos y pasado bajo los pies de nuestros huéspedes, Lourdes, Willy y Xabier.
De Aspárrena es siempre impresionante la sensación de estar a la sombra del monte. El Aratz y su rocoso entorno emerge entre las casas como un volcán de recuerdos y sentimientos. El museo del mitxarro, nuestro destino, es un simpático modo de explicar la naturaleza, sus usos, sus tiempos, sus costumbres y hasta sus cambios. El museo con clara vocación pedagógica y participativa es sin embargo una experiencia interesante para los adultos que termina con una sentadica en una cocina “de las de siempre” en la que una pantalla “de las de ahora” te va desgranando una serie de recuerdos de la zona contados en primera persona. Nuestro agradecimiento a Diego, alcalde de Asparrena por las facilidades que nos ofreció, al alguacil por su atención y a Pinttu, que aunque no pudo acompañarnos se encargó con eficacia de las gestiones previas.
Llegados que fuimos a Agurain, y tras la oportuna reposición de líquidos (menudo día de calor que nos tocó), nos dirigimos al ayuntamiento donde nos esperaba Josu. Alguno no acabará de entender que lleves a alguien a una villa medieval plagada de piedra monumental como Salvatierra o Agurain y le lleves a ver el ayuntamiento. Ese alguno no ha visto el ayuntamiento de Agurain. El que lo ve repite y aconseja a los vírgenes de ayuntamiento que busquen la ocasión de visitarlo. La restauración dirigida por Montxo ha conseguido crear un edificio funcional, espectacular no por lo ampuloso sino por lo sorprendente y todo ello respetando y hasta aumentando el valor esencial del edificio original y de sus cambios en el tiempo. Por dar alguna pista diremos tan solo que el edificio se fue construyendo alrededor de una ermita y que la restauración lo que ha hecho es devolverle su caracter central y visible. De allí nos fuimos al museo al aire libre de un peculiar formato de azulejos que en su día producía una fábrica en el propio Agurain. Son azulejos con estampas vascas de Lopez de Uralde. Increible el museo, e increible también que la campaña de información, implicación y civismo haya dado sus frutos y el mural está apenas manchado por la lluvia y limpio de tintas y sprays.
De allí pasamos a otra de las joyas de la corona. Un cuartel de la Guardia Civil convertido en una increiblemente grande, variada y flexible área de eventos y exposiciones con un modelo de gestión tan brillante como el propio edificio. Aquí si que se le podría decir a Unamuno que a veces si se les puede civilizar, aunque nos refiramos más a los espacios que a las personas. Ya volveré algún día sobre esta sala y sobre el desarrollo del moderno Agurain en general, porque bien merece la pena. Hoy terminaré diciendo que concluimos el periplo alrededor de una mesa en “el gordo”, donde sobre platos normales y sin grandes alardes decorativos nos dimos un cumplido y buen homenaje a base funtamentalmente de buenos pescados. Un par de botellitas de Piérola y a soñar con los angelitos (los que no tenían que conducir, claro). Una lástima que otro habitual de estas ocasiones, el amigo Ormazabal no pudiese unirse a la comida (Agurain creo que ya lo conoce bastante bien), y que al buen amigo y mejor alcalde, el señor Beraza, sus ocupaciones no le permitiesen más que un lejano saludo. Lo mismo da. Lo cierto es que Josu llenó de sobra todos los huecos posibles, y consiguió que en Guadalajara, en Barcelona, en Vitoria y hasta en La Puebla de Arganzón se cuenten maravillas de su villa.
El año que viene más…
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