Publicado en diario de noticias de álava el 29 de septiembre de 2009
Mientras nuestras brigadas internacionales de turismo de otoño (otoñal en año y vida) resisten acuarteladas en sus refugios de levante el temporal de lluvia aquí luce el sol. ¿En todo Euskal Herria? No. En su interior, en pleno corazón del territorio alavés, unas pequeñas aldeas conocidas en conjunto como Treviño resisten al invasor a cubierto de las nubes y los claros. Y es que como diría hace años Albert Hammond… Nunca llueve al norte del condado, me parece haber oído alguna vez, no llueve más que en levante, más yo veo la lluvia del sinsentido, caer sobre mi. Bueno, en realidad la letra hablaba de California, pero pocos se acuerdan ya de ella (de la canción, no de California) y menos aún del Hammond. Digo del cantante, no del órgano ese que tanto animará en estos momentos los salones de los hoteles de nuestros sufridos brigadistas. Yo había pensado usar el título de la canción para titular estas líneas también. Pero pronto me di cuenta que, de no ser por Los Caños, nadie sabría de qué hablo. Así que he optado por esa interjección que, aparte de eufónicamente más rotunda, resulta más acorde con las figuras que hoy pretendo ensalzar.
Valor, aplauso, respeto y consideración se merecen estos turistas que, una vez cumplidos sus deberes en el proceso de adaptación escolar de los nietos, y con los hijos en regulación de empleo, agarran maletas, sombrillas y cartas de julepe, cogen coches, trenes, autobuses y hasta aviones, y acuden prestos a hacer sostenible el entramado hotelero montado a mayor gloria de los jóvenes turistas veraniegos y que son ellos sin embargo los que mantienen todo el año. Cuando días como estos son presa de gotas frías bien está que les enviemos un saludo cariñoso y el dominó que dejaron olvidado sobre la mesa del salón.
Guiños, sonrisas cómplices y mucho más merece el infiltrado que coloca los dibujitos en el controvertido mapa del tiempo de eitb, ese que parece más una foto de los tiempos que corren que un mapa del tiempo en sí. Pero volviendo a nuestro héroe anónimo, me da a mi que tiene que ser alavés. Me lleva a pensar en ello la insistencia con la que en cuanto puede, que es casi siempre, coloca uno de esos huevos fritos que resultan de juntar las nubes y el sol sobre la herida del enclave de forma que ésta resulte casi imperceptible. Por eso nunca llueve al norte del enclave. Por eso el enclave desaparece bajo las nubes y claros del mapa de etb. Por eso diremos aquello de tú diseña el mapa que yo pondré los huevos…
Leave a Comment