Leía el otro día que, el taxista, los bodegeros y algunos otros lugareños del lugar de Elciego, se quejaban del poco efecto que, sobre sus propias economías había tenido la apertura del complejo cuya arquitectura firma Ghery.
No pude evitar una sonrisa mitad irónica, mitad compasiva. Y es que la pregunta es clara… ¿Y qué esperaban?
El que viene desde California, Chicago o New York, puede que hasta en su jet privado, para dejarse una pasta en un sitio de primera que cuenta con todas sus comodidiades, y que incluso tiene habitaciones con vistas a otro mundo (no al suyo, que ese queda dentro), no tiene a si que digamos, el perfil de cliente que esperaría el taxista local, ni volverá a su casa con una botella de vino de año y mucho menos con una cántara en la bodega (nunca mejor llamada) de su Jet.
El turismo de lujo es lo que tiene, crea islas interiores, peceras invertidas en las que el que mira al exterior es el pez, si, ese pez grande que afuerza de comerse a peces chicos vive en sus universos peceras, viendo como en el exterior, los peces chicos abren sus bocas intentando coger aire, propiinas, o lo que sea.
Pero esto del turista rico y el nativo pobre tiene sus vueltas. Y claro, cuando uno contrata su viaje a un paraiso tropical de todo incluido, viene a menudo a hacer lo mismo que ese turista rico de la Rioja. Mira fuera de los límites de su hotel y contempla la pobreza de los que allí viven con una mezlca de tristeza, compasión, y molestia porque los dejen acercarse tanto a su paraiso. No piensa mucho, en que es posible que a las autoridades locales les untasen, a los propietarios les comprasen a bajo precio lo que a ellos les sería rentable, que a los habitantes en general les hablasen de grandes beneficios y progresos.
En definitiva, que no somos a menudo conscientes de que muchas de las injusticias, si esta lo es, sólo son a menudo, cuestión de escala, de posición, y que a veces estamos arriba y otras abajo, y que de nosotros depende tomar distancia y dejarnos de compasión cuando hablamos de injusticia, y de dejarnos de resignación cuando juntos podemos hacer algo por cambiar las cosas.
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