Hoy es el día. Uno más. Una más. ¡Que lejos quedan aquellas ilusiones de juventud en las que uno pensaba que las cosas tienen sus tiempos, que los cambios sus ritmos! Soñaba uno entonces en que el mundo iría a mejor, pero parece ser que no es cierto. Sirva de consuelo que posiblemente no sea peor, sino que lo malo es más conocido, más visible. Sirva de desconsuelo que la actitud que uno percibe en las nuevas generaciones (en todas, no sólo en las del PP) no augura el final de nada que no sea una vida desgraciada.
Será la televisión, internet, la educación o seremos nosotros mismos, no lo sé. Tengo claro eso sí que, como bien dicen algunos todo en gran parte es cuestión de valores. Un mundo en el que la educación se confunde con la blandura; la sensibilidad con la ñoñería; la Cultura con el aburrimiento y la cultura con el ocio; el rito del alcohol en vaso de rioja con el botellón indiscriminado y la borrachera urgente; el atractivo con la peluquería; el sex appeal con la desmesura. Un mundo de guapos y guapas enfrascados en el cuore y el DEC, en el Sálvame y el gran hermano. Un mundo de museos vacíos y conferencias mudas. Un mundo de libros por vender, buenas cintas por ver y sobre todo mucho por aprender. Tanto por aprender que lo primero que olvidamos es precisamente eso, que tenemos que aprender… y enseñar… y sobre todo… practicar.
nos reimos de demasiadas cosas sin saber muy bien por qué, y nos preguntamos al cabo el por qué de las cosas que nos pasan sin darnos cuenta de que de otra forma no podían ser. Nos escandalizamos cuando los escándalos son reales o cercanos y olvidamos entonces los buenos ratos que hemos pasado con escándalos ajenos o irreales, pero cada vez más verosímiles, más presentes.
Todo un cúmulo de reflexiones sin espejo y de reproches sin autocrítica. Un mundo sin libres de pecado y con demasiadas piedras…
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