publicado en diario de noticias de álava
Ya no sé si era así o era “arenal de Sevilla y olé”, lo que sí que recuerdo es lo de Torre del Oro, porque a veces no es oro todo lo que reluce. Nuestro nunca suficientemente ponderado festival de Jazz ha complido 30 años, que como bien decía el tango es nada y medio. Es ahora el momento de los balances, de las críticas (justitas por lo que leo) y de las alabanzas, más de las merecidas, según entiendo.
Y es que en esta ciudad tenemos la insana costumbre de cerrar los ojos, hacer oídos sordos y alegrarnos hasta el patetismo con lo bien que hacemos las cosas, con lo bien que nos salen y con todo lo que nos aprecian. Pero desgraciadamente no siempre es así, y como quiera que contribuir a la buena marcha de las cosas pasa por mejorarlas, y eso supone detectar las deficiencias y corregirlas, pues voy a ello sin más demora.
Vengo asistiendo al festival de Jazz de Gasteiz desde el año 81, o sea, desde el siglo pasado. En Mendizorroza he asistido a conciertos memorables y en mi retina quedan muchas imágenes para el recuerdo, casi tantas como sonidos en mis tímpanos. La historia del Jazz, ha pasado por Gasteiz, y músicos que hoy son leyenda, muchos de ellos irrepetibles y desaparecidos, han descargado su alma en el polideportivo.
El balance pues del festival en su conjunto es más que bueno. Pero si hablo de esta última edición, diré que el sabor de boca final es bueno, tan bueno que limpia paladares y hace olvidar por un momento lo anterior. Lo de Sonny Rollins no fue un concierto, fue un conciertazo; de los mejores no ya de esta edición, sino posiblemente de los últimos años. Tuvo este concierto, además, otra gran virtud: era un concierto de jazz. Tan jazz como otro de los mejores momentos del festival, el que nos ofrecieron Rom Carter y sus dos acompañantes. Si Sonny hizo vibrar, Carter hizo sentir e, insisto, era también jazz.
Y es que al margen del autobombo, he sufrido en primera persona y he detectado en tercera del plural que hay un creciente hartazgo con lo que podíamos llamar la flamenquización de nuestro festival de Jazz, y a este respecto quiero y debo hacer algunas consideraciones que espero hagan reflexionar a sus responsables. Es bonito e interesante asistir a encuentros en los que los músicos de jazz comparten escenario y vivencias con otras familias musicales. En estos 30 años hemos tenido memorables ejemplos de ello. Quiero decir que el universo musical va más allá de jazz y flamenco, o flamenco y jazz.
El flamenco en sí mismo es un género cargado de energía, impresionante a veces, pero que tiene sus propios foros de difusión, y aquí muchos venimos básicamente a oir jazz. No nos importa ver fusión, pero sin la confusión. Y es que demasiado a menudo este tipo de conciertos se convierten en el ejercicio de unos grandes músicos intentado hacer flamenco, y otros haciendo lo que saben y les gusta, flamenco.
Decir que el público lo demanda, o que la taquilla y los llenos lo avalan, no es decir la verdad, o toda la verdad si se prefiere. Llenos como el del sábado noche, en el que sólo hubo jazz, vienen a certificar lo contrario, o al menos que el público del festival de Gasteiz aprecia -valga la paradoja- el jazz.
Y no es que uno sea antiflamenco. Todo lo contrario. La riqueza musical del mundo es tan amplia que no puedo entender cómo en un festival de Jazz hay dos noches cuasi por entero flamencas de entre cinco conciertos. Y si a eso sumamos la curiosa lectura sobre lo que es Vitoria que el genial trompetista de color nos trasmitió en su suite, llegamos casi a tres de cinco.
Y es que quiero terminar con esta suite. Iñaki, sinceramente, no sé a donde has llevado a Winton, no lo sé. Pero si lo que oí el otro día representa a mi ciudad, llevo 41 años viviendo en la más completa de las mentiras. Y es que la suite Vitoria, desde luego que no es Gasteiz, pero es que yo diría que ni siquiera es Vitoria.
En fin, que ahora que eres medallista y llevas sobre tu pecho a nuestra ciudad en versión dorada, permíteme la osadía de pedirte dos favores. Cuando presentes a Vitoria, acuérdate de Gasteiz, y cuando programes un festival de Jazz, acuérdate del jazz. Estoy convencido de que sabes hacerlo, porque durante muchos años te he visto hacerlo, he disfrutado además con ello y tengo la seguridad de que seguiré haciéndolo.
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