El Alkartasuna Eguna es el día en el que un partido, Eusko Alkartasuna, celebra su fiesta anual. Un día de encuentro y convivencia entre afiliados y cargos, entre organizaciones de aquí y allá. Bueno, eso era al menos lo que era cuando lo era.
En política como en todo soplan vientos de cambio y hay que adaptarse a las nuevas circunstancias. Aquello de las movilizaciones, los mítines y los festejos, se nos dice que se acerca peligrósamente al barranco del olvido. En su lugar tenemos el mitin mediático, la planificación escenográfica y la “dictadura de los medios”. Los horarios deben adaptarse a su interés, el escenario y demás cuestiones a sus necesidades, y el mensaje a su difusión más alla del recinto en que se celebran. En ese contexto, uno no puede dejar de sentirse un poco como atrezzo.
Siempre es un motivo de alegría comprobar como, llegado el momento de la comida, o el de contribuir un poco al sostenimiento del sector hostelero local, podemos de nuevo reencontrarnos con nosotros mismos como personas, políticas, pero personas. Y es que uno a veces tiene la impresión de que debiéramos establecer una categoría más de personas, junto a la física y la jurídica, la persona política.
Pero bueno, es domingo, y tampoco es el momento de extenderse. Decir, eso sí, que quienes esperaban un claro relfejo de las tensiones de estos días, tendrán que repasar sus apuntes de criptografía para localizar los mensajes, si es que han existido, y descifrarlos a continuación.
Me quedo, eso sí, con el discurso del secretario general Unai Ziarreta. Frente a la tendencia que tenemos los abertzales, de encerrarnos en reivindicaciones patrióticas, o soberanistas, que queda más moderno, fue un soplo de aire fresco oir hablar tanto y tan contundentemente del componente social de nuestras aspiraciones políticas. Cuando muchos se cuestionan nuestra vocación de izquierdas, ponerla al nivel de nuestra vocación de vascos es en todo caso, la mejor manera de demostrarlo.
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