Un lider regional, para más señas gipuzkoano, de Eusko Alkartasuna, realiza hoy unas declaraciones que no tienen desperdicio, aunque posiblemente, tras leerlas, Â más de uno las considere en su conjunto precisamente eso, un desperdicio.
No voy a entrar ahora en la cuestión de si Eusko Alkartasuna debe o no ir en coalición, ni siquiera en la cuestión de que en caso de hacerlo sólo exista la opción de hacerlo con EAJ PNV. Me preocupan más algunas cuestiones de caracter más general.
Hablar de ilusión, cuando lo que se ofrece al público en general es toda una escenificación de una rebelión frente a una decisión de la dirección, hablar de ilusión al referirse a la actitud con la que acuden “a cientos” los firmantes de esa llamada a la rebelión, y hablar al mismo tiempo de la inexistencia de ningún peligro de división es, intelectualmente aberrante. Me consta por otra parte que, como en muchas ocasiones, este peregrinar genera efectivamente ilusión, pero me temo que lo hace sólo en quienes lo siguen desde dentro, y quienes lo esperan desde fuera. Estos últimos lo hacen además con mayor ilusión. No hay mejor manera de quitarse un adversario que dejarle que se quite solo.
Pero siguiendo con las declaraciones, hay otras dos cuestiones que me parecen, por qué no decirlo, patéticas.
Hablar del futuro de Euskal Herria, del futuro del nacionalismo vasco, del futuro del país, y hasta del del partido, y reclamar la justa y legítima participación de las bases en su confección no creo que sea cuestionable, salvo que venga de quien viene y vaya a donde va. Porque aquí se habla efectivamente de futuro, pero me temo que se trata de distintos futuros y en distinto orden de prioridad. Se habla del futuro de personas con nombres y apellidos, se habla de una manera muy concreta de entender un partido, se habla de una manera muy curiosa de entender la política, y en cuanto al futuro de Euskal Herria, y visto el socio elegido, tengo la impresión de que se habla más de pasado y presente que de futuro.
Cuando se justifica todo este tinglado como un modelo de reconciliación matrimonial en esta situación de divorcio entre la sociedad y los partidos; se apela a los votantes de EA (no sé porque no a los de la coalición esa que tanta ilusión genera), y se dice que “Los partidos no son sólo sus pocos miles de militantes, o los cientos que forman parte en la vida diaria del partido. EA son los 80.000 ó 100.000 personas que le votan, no sólo los 6000 afiliados”, la situación ya no es que sea patética, es simplemente delirante, más aún cuando en el mismo contexto se justifica toda esta alegría social como el resultado de ver el avance de un movimiento que surge desde la base, de forma espontánea, me permito añadir yo.
¡Vamos hombre! Decir eso quien lo dice, si que es un auténtico divorcio, un divorcio con la realidad, un divorcio con la razón, un divorcio con lo que es la teoría política, un divorcio con lo que es la sensatez, el decoro y la honestidad. Y otro día que tenga más tiempo explicaré porqué, aunque tengo la impresión de que está bastante claro.
Y repito, reitero y con ello termino, que no pretendo hablar de coalición o no coalición, ni trato de desprestigiar los argumentos en favor de ninguna opción, seguramente cada uno tiene los suyos, sean de mayor o menor rigor, sean más o menos confesables, pero en todo caso légitimamente defendibles, la cuestión es precisamente esa, el empleo de medios legítimos o no.
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