Cosas como las sucedidas ayer en la cámara vasca resultan en principio cómicas, graciosas, pero acto seguida se vuelven esperpénticas y escandalosas.
Tamaña conjunción de desatinos en una jornada plenaria es dificilmente comprensible, y menos aún cuando nmos acercamos a la mitad de la legislatura. Parlamentarios que están ausentes pensando que la votación es más tarde, parlamentarios que se eqeuivocan en bloque y votan a favor de enmiendas que rechazan, parlamentarios que son incapaces de contener la risa ante el cúmulo de despropósitas que ellos mismos están protagonizando, en fin, todo muy gracioso si no fuese por un pequeño detalle, estamos hablando de los depositarios de la voluntad política de la ciudadanía.
Estamos hablando además no de afanosos voluntarios que dedican su tiempo libre a legislar la res pública, y a los que no cabe exigirse demasiado dada su buena voluntad y su desprendida entrega. Estamos hablando de profesionales, parlamentarios profesionales, muy bien pagados, de los que no saben ni de lejos a fecha de hoy que es eso del mileurismo, de aquellos que, si hace año y medio lo sabían han tardado muy poco en olvidarlo.
Como políticos cabe exigirles que trasladen fielmetne la voluntad de los votantes a quienes representan, y que recuerden, día a día, bajo que promesas consiguieron esa representación, que lo recuerden como si fuesen los términos de un contrato entre dos partes, la ciudadanía y sus representantes.
Como políticos profesionales cabe igualmente exigirles seriedad, y no hablo de carencia de humor, ni de llevar una vida estirada y lejana a lo humano, hablo simplemente de tomarse en serio su trabajo, y al menos, en la parte digamos mecánica, evitar la comisión de errores.
Espectáculos como el de ayer refuerzan las tesis de quienes cuestionan el sistema en su conjunto, y en el caso de las de ayer, incluso dejan sólos a este tipo de anarquistas de derechas que cuestionan la política y a los políticos. Cuando la clase política se echa las manos a la cabeza ante la desmovilización de la ciudadanía, o ante la alta abstención electoral, debería mirarse al espejo y ser consciente de que choteos como estos no mejoran en absoluto su imagen, ni la suya ni la del ersto de gentes que trabajan en esto.
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