Ayer no pude acudir a mi cita. Pasé prácticamente todo el día en una jornada de trabajo sobre el ferrocarril y Vitoria Gasteiz, que contó con la participación de diversas cabezas locales y otras foráneas que aportaron visiones diversas de problemas similares.
No voy aquí a hacer un resumen de la jornada, sino a exponer algunas reflexiones que me suscitaron las intervenciones a que asistí, y que en otro momento abordaré con más detalle y con el tiempo que se merecen.
En términos locales, resulta curioso ver como pasan los años y descubrir que la estrechez de miras de algunos sigue imperturbable. Hablaba el alcalde de aprovechar la ocasión, y todos coincidían en que nos encontramos en un momento de esos que pasa por una ciudad cada 150 años o así.
Pero mucho me temo por lo que oí, y por lo que he visto y oido en estos años, que Vitoria no aprovechará esa ocasión con el sosiego y la grandeza necesarias. No lo hará, por lo menos antes de mayo del año que viene. Y lo más lamantable es que a estas alturas haya que reexplicar lo que significa grandeza y altura de miras cuando hablamos de una cuestión municipal.
No se trata de ver el municipio como un trampolín para la propia carrera política. Eso es mirar a lo alto, no tener altura de miras.
No se trata tampoco de, mirando desde abajo, poner todo tipo de zancadillas para llegar a lo más alto del municipio, eso es mirar por uno mismo, no mirar por la ciudad.
No se trata tampoco de mirar de donde vienen las ideas o los proyectos para criticarlos o apoyarlos. Eso es ser miope, no tener vista ni categoría.
Por último, tampoco se trata de mirarse al ombligo y pensar sólo en Gasteiz, y olvidarse de que Gasteiz lo forman también quienes duermen fuera y trabajan dentro, quienes viven fuera pero estudian, ven cine, pasean y compran dentro, y eso implica pensar en el entorno, en el inmediato, es decir ílava central, en el próximo, osease, EuskalHerria, y en el más remoto pero igualmente necesario espacio europeo. Olvidarse de todo eso es limitarse a mirarse en el espejo con ojos entregados, es cometer los errores de Narciso.
Efectivamente, la oportunidad que se presenta para ílava y Vitoria es histórica, pidamos pues a unos y otros que tengan altura de miras, y rogemos a dios, sabe quien, que no caigamos en los errores que acabo de enunciar. Visto lo visto, y estando en manos de quienes estamos, siento ser pesimista, pero lo veo complicado.
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