En pleno siglo XXI, en el corazón de la vieja europa, el número de ciudadanos residuales sigue sin hacerse desaparecer.
Ciudadanos residuales somos aquellos que ocupamos la minoría en las estadísticas, aquellos que vivimos en los restos del sistema. Se nos dice que el 98% o lo que sea dispone de conexión de banda ancha a internet, y automáticamente se crea un nuevo grupo residual. algo similar podríamos decir del gas natural, de la fibra óptica, de la televisión digital terrestre, etc, etc.
Todo esto nos habla de dos cuestiones que trascienden la custión del número.
Una primera es la de la propia ordenación del territorio, que, ligada al precio de la vivienda “exporta” ciudadanos a territorios carentes de servicios, y lo hace en un número importante pero no suficiente en términos de rentabilidad. Cierto ue en muchos casos esa rentabilidad es puramente económica, pero tampoco podemos olvidar que es rentabilidad tiene un componenete social, un matiz de sostenibilidad. Desde ese punto de vista bien haríamos en contentarnos con lo que tenemos en términos de tranquilidad, calidad de vida a la antigua etc. en vez de exigir al resto de la sociedad que disipe recursos en hacernos llegar servicios.
Pero una segunda cuestión tiene que ver también con la depauperación del concepto de servicio público. Atrás, muy lejos queda el fundamento de lo que es o debe ser un servicio público, que no es otra cosa que una necesidad que la sociedad en su conjunto debe proveer a la totalidad del conjunto de la sociedad, a todos sus individuos. Eso supone gestionar estas infraestrucutras con un concepto de equidad y de responsabilidad, sin liquidar recursos, pero en ningún caso generando beneficios. cuando empresas de infraestructura de comunicaciónes o servicios esenciales, luz, gas, etc. declara beneficios es evidente que algo se está haciendo mal. O se cobra más de lo que se debe, o no se invierte lo suficiente.
Hay tortas por hacer acometidas en barrios densamente poblados, casi las mismas que hay por no dar servicio a núcleos diseminados. Lo más grave es que cuando aparece un elemento que lo justifique, lease el caso de La Puebla de Arganzón con el despliege de ADSL que pasó de ser imposible a montarse en menos de un mes cuando lo pidió dragados, uno se da cuenta que el mayor problema que había era precisamente la falta de voluntad, el desinterés por los clientes, aunque sean ciudadanos.
Además, en este caso, y ya con esto termino, lo más chocante es ver como muchas de estas zonas residuales, son además sacrificadas para dar paso a muchos de estos servicios de que no disponen. Autopistas, vias ferroviarias, líneas de  alta densidad de datos, gaseoductos, oleoductos, líneas de alta tensión, etc etc… Y uno, como los jubilados de antaño, sentado al sol enun banco y viendo al progreso pasar frente a sus ojos…
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